Apuntes sobre la historia y concepto de la policía (o el surgimiento del monopolio del tolete)
Desde el nacimiento del Estado-ciudad en Occidente, la “politeia” ha sido un mecanismo encargado del “ordenamiento jurídico” de la vida social, además de contribuir en las guerras de conquista por el territorio y las reservas de esclavos. Desprendiéndose de estos grandes ejércitos en todos las civilizaciones del mundo, la policía a través de sus diversas transformaciones no ha sido formada por la voluntad de los pueblos, sino por la subordinación directa de un grupo hacia otro que posee el poder político y la dictadura de la economía, justamente para defender su propiedad privada.
Esta explicación es gráfica en su totalidad. Imaginemos un retrato con una enorme extensión de tierras, ganado y pequeñas casas antiguas en distintos puntos de la imagen, de repente, un grupo que ha fusionado sus egos e intereses, toma gran parte de las tierras y amenazando con armas primitivas, se hace con las herramientas, las parcelas y concentran sus viviendas y familias en las zonas más fértiles. Para defender tal usurpación, un grupo -menos listo- es convencido de “unirse” a ese clan con la única tarea de defender las tierras despojadas protegiéndolas, supervisádolas y con la orden de alejar a cualquier que pose sus pies sobre ellas mediante la violencia. Llámesele guardias, batallón o vigilantes, este grupo defiende algo que no le pertenece como tal. Digamos también que tal subordinación no comenzó por un “acuerdo”, sino por una necesidad de vida o miseria; en Atenas -antes y después de su ruina por la Guerra del Peloponeso a finales del siglo IV a. C.-, la mayor parte de los ejércitos y policías se conformaban por esclavos con el estómago hambriento, muy distanciados de la oportunidad de ejercer un oficio, ya que no poseían el título de ‘ciudadano’. Ser un policía arcaico era la única alternativa.
Así, no sólo nace esta idea de policía que quiero impregnar en el texto, a su vez, nacería la perpetuación de la propiedad privada mediante la acumulación por despojo y guerra, dividiendo a la humanidad en dos clases: la que posee las riquezas mediante el empleo de la fuerza pública, y la que las produce, por estar azotada por lo más debajo de una relación de poderes.
La policía ha sido un objeto de estudio insignificante e incluso turbio para la filosofía y las ciencias sociales en la modernidad. Pocas veces algún pensador o escritor ha vivido en carne propia la detención, la extorsión, la intimidación o el asesinato del otro y de uno-mismo a manos de un policía. Es por esto, que se ha preferido a través de varias generaciones, hacer crítica de las estructuras del poder político y no de la política aplicada en las calles a través del castigo en los toletes, armas o puños de la policía. ¿Qué sistema de pensamiento nos da alternativas ante la constante inseguridad y crímenes normalizados, que no sea llamarle a la policía o cocinar una revolución utópica para aletargar las problemáticas en lugar de solucionarlas de tajo?
Con la aparición del Estado moderno, la burguesía como clase dominante y los partidos políticos a finales del siglo XVIII, habrían de reformarse también los mecanismos de seguridad. La policía fue perdiendo el sesgo militar que poseía y se convirtió en una institución encargada de resguardar los “derechos de los ciudadanos” mediante el monopolio de la violencia. La policía no puede pensarse NUNCA como una instancia de la aplicación del derecho, sino, como un excedente de la “aplicación de la ley”, a su vez fundadora y conservadora: crea el castigo para conservar el “orden”.
Giorgio Agamben escribe a manera de notas marginales sobre un ensasyo de Walter Benjamin: “la policía, contrariamente a la opinión común que ve en ella una función meramente administrativa de ejecución del derecho, es tal vez el lugar en el que se manifiesta al desnudo con mayor claridad la proximidad, casi el intercambio constitutivo, entre violencia y derecho que caracteriza a la figura del soberano.” Es por esto, que hablo sin tapujos del monopolio de la violencia por parte de los uniformados.
La policía colabora así en el ordenamiento del medio urbano y la prevención del “delito”, siempre bajo los esquemas de una ideología cívica que se implanta a temprana edad en las escuelas y en la pistis cotidiana. ¿Quién no recuerda el papel del policía salvador en la fábula positivista de “Paco el Chato” en los libros de lectura en México?, ¿qué hay con la tradición del Sherlok Holmes de Conan Doyle o el caricaturesco Inspector Gadget? Su existencia es también gracias a que el individuo moderno es dependiente al paternalismo de la seguridad. ¡No olvides agregar al número de la policía a tu smartphone por cualquier cosa!
Con el aumento poblacional en las ciudades y el estallido de los movimientos obreros en el siglo XIX, se extiende el uso del concepto “orden público”, entendido como el “estado de bienestar” necesario para la convivencia social: su mal nombrada “paz”. ¿Y qué pasa en este momento?, diría que es una fórmula matemática: si el aumento poblacional ya no puede satisfacerse porque arrastra consigo mismo las distintas crisis laborales, educativas, de vivienda y de servicios, los “guardianes” -y los tan cacareados “sistema de seguridad”- tienen que multiplicarse para conservar a esta “ciudad sin nosotros” a través de operativos en deshaucios, la ejecución de indigentes, la detención-encarcelamiento de la población más vulnerable de las periferias para hacinarlas en prisión, o directamente, fungiendo un papel de represión selectiva en coordinación con los ejércitos, comandos armados o grupos de narcotraficantes (al menos en México y Centroamérica).
Pensé en justificar estos actos de violencia con estadísticas. No ilustran tanto como el ejemplo, se esfuman con tan sólo enunciar algunos fenómenos donde la policía se vuelve una “estrella oficial” del miedo para la población mundial. En México: la masacre de Aguas Blancas el 28 de junio de 1995 en el estado de Guerrero (17 muertos y 21 heridos), el 26 de septiembre de 2014 en Iguala Guerrero, contra normalistas de Ayotzinapa (9 muertos, 17 heridos y 43 desaparecidos), el 19 de junio de 2016 en Nochixtlán, Oaxaca (8 muertos y 103 heridos) además de los constantes asesinatos en el Estado de México, Veracruz y el norte del país, en alianza con grupos de la delincuencia organizada o por su consagración territorial del “cobro de piso”. “Te defiendo del crimen -yo soy el crimen- pero te cobraré cada semana”, resumiría esta práctica auto-consumible. Ferguson, Charlotte, Baltimore y Oklahoma enuncian “tensión racial por asesinatos policiales”, antes que simples estados de la súper-potencia americana. En El Sálvador y Colombia, desde la militarización de sus ciudades, ha sido muy común el asesinato de ‘pandilleros’ y jóvenes por supuestos nexos con cárteles de la droga o filiaciones de izquierda.
Para el filósofo francés Michel Foucault, es la policía la que “englobaría aparentemente todo”, ya que algunas bases de la sociedad moderna son la disciplina y el castigo como “técnicas de control” desde el cuerpo hasta la mente (lo que forma parte de sus tesis sobre la “biopolítica”). Prefectos y abogados en las escuelas-universidades; caciques y autoridades comunales en el campo; patrones y directivos en el trabajo; un “amor dominante” en las relaciones afectivas, tal como ha sido descrita la “dialéctica del amor” en Jean Paul Sartre y Jacques Derrida. Entre la tensión generalizada de caminar en las calles y una bala en la cabeza de la policía, sólo hay un paso.
Iniciando el siglo XXI, adquiriríamos una conciencia más amplia sobre este papel de exterminio y violencia desmedida, gracias a la viralización de videos documentados durante brutales represiones y detenciones en manifestaciones pacíficas. Pacos, qüicos, puercos, tira, cops,chota, etc., la internacionalización de su ‘inutilidad’ tiene diversos sobrenombres. En Francia, la consigna “Tout le monde déteste la police” lanzada desde varios grupos radicales durante las huelgas generales contra la #LoiTravail a mediados de 2016, acogió un gran respaldo mundial. Esta era la formulación negativa que tiene la policía incluso en un país de primer mundo.
La cuestión de la policía ha sido expresada también en las contra-culturas, dentro de los movimientos anti-sistema, se popularizó la consigna A.C.A.B. (all cops are bastards = “todos los policías son unos bastardos”) inventada en la década de los 70’s por aficionados ‘ultras’ de fútbol en Inglaterra, aunque la historia oral y algunas crónicas barriales, dennotan que la consigna pudo haber sido creada desde 1920’s en algunas cárceles europeas. En los disturbios de finales de septiembre en la ciudad de Charlotte en Carolina del Norte, E.U., las mutltiudes negras rapeaban el ahora famoso el himno del movimiento.
El paternalismo policial y el “derecho a lo privado”
¿Y qué hacer ante todo este recorrido de conceptos y ejemplos que muestran la verdadera cara de la policía? Más allá de la inmediata abolición de la autoridad impuesta como aparato mundial de vigilancia, extorsión y represión, nuestra tarea es irrumpir la lógica ciudadanista (o rousseauniana) y las opinologías de que es necesario un monopolio del poder que proteja los derechos individuales -humanos- y la libertad de desenvolvimiento en las calles. ¿Pero qué representan estos “derechos”?, ¡lo que hemos enunciado al inicio de este ensayo!: la propiedad privada. Uno recurre a la policía y las instancias que formalizan ‘lo jurídico’ cuando existe una oposición mutua entre dos o más personas: cuando chocan dos automóviles, cuando uno se siente inseguro por la idea de ‘ser robado’, cuando se habla de ‘abuso de confianza,’ y otras circunstancias legales que reemplazan por juzgados y papeleos a las éticas más naturales que corresponden al acuerdo mutuo y la resolución de conflictos por los propios medios.
La colmena de las policías y el derecho aplicado no hace más que exacerbar la individuación, el interés privado (e incluso del ser-privado) y el antagonismo ontológico entre las personas, todo ello disociado de la comunidad. Esta es una interpretación muy acertada del pensamiento de Marx en cuanto a los “derechos humanos” que la ideología burguesa implanta a quienes les rodea (¡por más debajo que esté de ella en la pirámide estratificadora!).
No nacimos (y nadie bajo su sano juicio) con la idea de crear prisiones, burocracias, patrullas, tanques, toletes, gases lacrimógenos y pimientas, escudos, cascos, esposas, armas largas, interrogatorios, sustancias irritantes y demás herramientas que anteponen la complejidad violenta sobre la resolución armónica de los conflictos.
El teatro de la seguridad no termina aún. Los policías no son trabajadores, mas bien parasitan del adeudo público y los impuestos. Hago la pregunta a quienes los defienden rabiosamente, ¿qué producen en beneficio del desenvolvimiento colectivo? “¡No es su culpa, él/ella sólo necesita un salario!”, “¡no violencia, ellos también son pueblo!”, “¡policía, escucha, tu hijo está en la lucha!”, son algunos de los argumentos-consignas de la pasividad social para defender a los policías en tiempos de revuelta, mostrando hasta la máxima cúspide una ingenuidad que integra cualitativamente -¡casi espiritualmente!- a la policía con la ciudadanía. No nihilicemos el asunto. El 19 de mayo de 2012 en la protesta “Ocupar Frankfürt”, una enorme brigada de policías anti-disturbios fue enviada para reprimir esta protesta pero, entre lágrimas y una ola de auto-conciencia, se quitaron los cascos y marcharon junto con los manifestantes. Este sería una gran ejemplo de ética para que el policía sea considerado como persona: RENUNCIAR A SU STATUS REPRESIVO.
¡Es imposible vivir sin policía! (o este cuento ya me lo sé de memoria)
No somos quejumbrosos por placer, tenemos alternativas palpables. Mientras no sean los mismos ejércitos, milicias, brigadas o vigilantes comunitarios-vecinales, los nuevos órganos que autogestionen y defiendan su geografía en un proceso de amplia emancipación, la seguridad pública pasaría de un grupo de “guardianes de la paz” a uno de destructores de ella.
Durante la expansión del neo-liberalismo financiero y el “progresismo” estatal, el crimen organizado en Latinoamérica alcanzaría un modelo de dominación político-territorial inimaginable en pacto con la policía local, lo que llevaría a la población rural a formar sus propias auto-defensas y policias comunitarias.
– En el departamento del Cauca, Colombia, las agresiones constantes de la insurgencia, el paramilitarismo y otros actores armados, acestaron un “golpe historiográfico” a sus comunidades, haciendo que la ancestral práctica de la Guardia Indígena retomara los bastones con sus chumbes color verde y rojo para defender y vigilar el territorio.
– En los barrios de Gazi, Okmeydani y Armutlu en Turquía, habitantes de origen kurdo y aleví apoyan fuertemente las distintas brigadas de defensa barrial a cargo del DHKP-C (Partido-Frente Revolucionario de Liberación del Pueblo), debido al exterminio invisibilizado contra los inmigrantes y opositores al régimen del AKP del presidente Erdögan.
– En el barrio de Exarchia en Grecia, se han creado grupos de afinidad anarquista que se encargan de expulsar a los traficantes de drogas con cierta participación vecinal, allanando también los automóviles y bodegas donde las mafias resguardan las sustancias opiáceas y sus armas de fuego. El 5 de marzo de 2016, 5000 personas marcharon para denunciar que el gobierno de Syriza facilita la inducción de estos grupos al barrio. Los procedimientos anteriormente descritos significan una incidencia de auto-defensa por una vida saludable en Exarchia.
México avanza un poco más rápido al respecto. En octubre de 1995 se formó la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias-Policía Comunitaria (CRAC-PC) en el estado de Guerrero, para enfrentar la delincuencia y los abusos policiales, para posteriormente declararle la guerra a los cárteles de la droga. Actualmente defienden los territorios de Tixtla, Tecoanapa, Huamuxtitlán, Chilixtlahuaca, Dos Ríos, Cacahuatepec, Zona Amuzga, San Luis Acatlán, Espino Blanco y El Paraíso en la zona de La Montaña y la Costa Chica de Guerrero.
La formulación del autogobierno comunal en el municipio de Cherán K’eri, Michoacán, en 2011 trajo un diluvio popular que le dijo “no más a los partidos políticos y policías”, expropiando las armas y vehículos de la policía municipal -en medio una insurrección pacífica- para usarlas en favor y no en contra de la comunidad. En Aquila -del mismo estado-, con el respaldo de la comunidad indígena de Santa María Ostula, los comuneros de origen nahua han traído una prosperidad nunca imaginada al armarse y enfrentar al cartel de los Caballeros Templarios. Sus habitantes relatan que de 2013 hasta la fecha, el número de desapariciones y homicidios han disminuido enormemente.
Corolario: ¡Somos antagónicos a sus violencias no-volitivas!
Hay que repensar, por lo mucho que abarcan lo pragmático de los grupos armados, en una estructura policial degradada y por fuera de lo jurisdiccional e institucional, abarcando también a las mafias de la droga que ya no son exclusivas en las geografías rurales, sino también en la urbe. La respuesta ante las agresiones de esta esfera criminal-policíaca será proporcional a la acumulación de daños hacia las comunidades y barrios, diría que esto es, en un plano introspectivode, la conciencia trágica. No es algo que profeticemos, sino una respuesta natural por la defensa de la vida y la dignidad.
No somos quienes para caer en el absurdo, que permea con nociones éticas, de concederle el título de humano o no a un policía, a un mercenario, a un soldado. Sólo decimos que.. SOMOS ANTAGÓNICOS A TODO TIPO DE VIOLENCIAS NO-VOLITIVAS. A su fuerza pública contra el “desorden” social: nuestra auto-defensa colectiva por un orden en común.
Conociendo este recorrido histórico, el concepto y las experiencias palpables de violencia, le pregunto al lector: ¿es útil o no el brazo policial de los estados modernos?, ¿es funcional o es necesario que los mismos individuos y comunidades se defiendan entre sí hasta lograr un modelo político donde tengamos una participación definitiva?
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5 thoughts on “La inutilidad de la policía / Demián Revart”