La metrópolis del capitalismo: Una aproximación histórica a las ciudades como forma de opresión

Mike (Revolución Internacional / World Revolution)

Nacimiento y Contradicciones de las Ciudades

La construcción de las grandes ciudades de la modernidad puede rastrearse hasta la Revolución Industrial. Es durante este periodo que, con la implementación de la máquina de vapor y otros adelantos tecnológicos, el sistema fabril tiene su gran expansión por los países capitalistas. Esto trajo una modificación enorme en la configuración de los centros poblacionales.

La producción artesanal ve sus últimos días durante la última mitad del siglo XVIII, siendo remplazado por la mucho más eficiente producción fabril. Los pequeños talleres van desapareciendo al no poder competir contra las grandes fábricas, que debido a su división del trabajo permite la producción de mercancías en menor tiempo y a un menor costo.

Al ser imposible el mantenimiento de sus pequeños talleres los artesanos sufrieron, lo mismo que los campesinos experimentaron al desaparecer las relaciones de servidumbre, un proceso de proletarización. Este proceso consistió en que libres de sus medios de subsistencia y de producción, los antiguos artesanos se vieron en la necesidad de vender su fuerza de trabajo. Marx en El Capital lo enuncia de la siguiente manera: “libre en doble sentido (…) (el obrero) dispone, en cuanto hombre libre, de su fuerza de trabajo en cuanto mercancía suya, (…) por otra parte carece de otras mercancías para vender” [Marx 1867:205].

Tenemos aquí, con el cambio del sistema de producción, la aparición en escena de una nuevo clase social, el proletariado. No es que antes de la Revolución Industrial no se hayan presentado relaciones salariales pero es en este periodo que por la multiplicación de las fábricas, la desaparición de los talleres y la creciente migración del campo el proletariado se verá engrosado convirtiéndose en un actor importante en las relaciones sociales.

Al entrar en escena el proletariado se da un cambio radical en las relaciones sociales. “Se veía a los instrumentos físicos de la producción dando lugar, de forma directa y más o menos compulsiva, a nuevas relaciones sociales, instituciones y formas culturales” [Thompson 1963:199].

Existe una necesidad de colocar a los trabajadores cerca de sus centros laborales, todo ello con miras de hacer más eficiente la reproducción capitalista. Los barrios obreros comienzan a expandirse alrededor de las fábricas, convirtiendo el paisaje en “una imagen visual dramática: los edificios parecidos a cuarteles, las grandes chimeneas, los niños trabajando en la fábrica, los chanclos y pañoletas, las viviendas arracimándose a las fábricas como si éstas las hubieran parido” [Thompson 1963:200].

Los obreros fueron hacinados en estos barrios en condiciones inhumanas. Recordemos que las fábricas emitían grandes cantidades humo debido a la quema de carbón necesaria para el funcionamiento de las máquinas. Lo anterior junto con los crudos inviernos europeos y la falta de condiciones higiénicas propiciaba la aparición de enfermedades. Estas condiciones apenas permitían la sobrevivencia de la que Adam Smith llamaría “la raza de los trabajadores”.

El acomodo de las viviendas alrededor de las fábricas recordaba al trabajador que su vida giraba entorno a su trabajo. El disfrute del producto de su labor pasó a ser subsumido por el ciclo reproductor del capital.

Pero existiendo dos clases sociales, las ciudades se partieron en dos visiones totalmente distintas. Ya se analizado una de estas visiones correspondiente a la clase proletaria. Pero la clase poseedora vivió de manera muy distinta la ciudad aunque nunca escapando del dominio da la forma valor.

Debido a la producción industrial aumentó de manera exponencial el flujo de productos al mercado. Este aumento exponencial no solo trajo más mercancías sino que diversifico el carácter de estas. Ya no solo se creaban productos mundanos sino que fue floreciendo la producción de mercancías que obedecían más al gusto que a la necesidad. El nacimiento de la moda en las clases poseedoras, la reafirmación a través de la mercancía de su estatus social.

Estas mercancías tuvieron un importante papel en la configuración de la ciudad. Walter Benjamin las ubica como la primera condición para la aparición de los pasajes. “Empiezan a verse los almacenes de novedades, los primeros establecimientos que almacenan una gran cantidad de mercancías. (…) Los pasajes son comercio de mercancías de lujo. es su decoración el arte entra al servicio del comerciante”. [Benjamin 1983:37].

La segunda condición que Benjamin enuncia para la construcción de los pasajes es el “comienzo de la construcción en hierro” [Benjamin 1983:38]. Esto será una condición necesaria, no solo para la construcción de los pasajes en Paris, sino para la edificación de todas las ciudades del mundo durante las últimas décadas del siglo XIX y todo el siglo XX, no pudiéndose entender la construcción de los grandes rascacielos de Nueva York, por ejemplo, sin el gran desarrollo de la industria del hierro.

Serán estos lugares los centros entorno a los cuales la burguesía desarrollará su vida. Los pasajes, centro de la vida burguesa, se convertirán en la máxima expresión del mercado, en donde todo contrario a las apariencias, los objetos son separados de los sujetos. Miles de productos exhibidos en los escaparates, todos ellos con una dimensión sensible que cualquier individuo puede disfrutar, pero que en su condición de mercancías poseen otra dimensión excluyente, el valor expresado en el precio. Al analizar las exposiciones mundiales de París, Benjamin escribe que estas “ensalzan el valor de cambio de las mercancías. Crean un marco en el que su valor de uso retrocede. Inauguran una fantasmagoría en la que penetra el hombre para hacerse distraer.” [Benjamin 1983:42].

Así, los obreros pasearán por los pasajes distrayéndose por el colorido y la novedad que los rodea, pero nunca pudiendo consumir todo aquello que observan. Cosa totalmente contraria al la burguesía que disponiendo del producto generado de la explotación podrá dedicarse al disfrute de las mercancías.

Sin embargo, como se dijo más arriba, la burguesía no escapó de la subsunción del valor de uso por parte del valor. El arte, el goce y disfrute se puso al servicio de la reproducción del capital “iniciándose las disputas entre el constructor y el decorador, entre la Escuela Politécnica y la Escuela de Bellas Artes.” [Benjamin 1983:38]. La belleza debe tener una utilidad para el capital, si no es así no hay razón para producirla.

Contradicciones que se gestan en el seno de las ciudades modernas, más allá de los ligeros cambios que estas presenten siguen conservando su esencia.


Métodos de Control Dentro de las Ciudades

Existiendo dos clases que confluyen en las ciudades, la clase dominante debe de imponer control sobre la clase desposeída. Este control es impuesto por dos elementos centrales, según el autor José Miguel G. Cortés:

El primero se refiere a la desigualdad económica (con la violencia y la delincuencia que genera), creando formas de segregación espacial y discriminación social que han servido para justificar nuevas tecnologías de exclusión urbana tales como: el establecimiento de diferencias, la imposición de divisiones y distancias, la construcción de separaciones, la restricción de movimientos… El segundo se refiere al desconocimiento del otro y al temor a la pérdida de la identidad personal. [Cortés 2010:7]

La separación entre clases en las ciudades es implantada inicialmente a través de la desigualdad económica, la diferencia entre poseedores y desposeídos. Esta separación genera un desconocimiento de los otros, viéndolos como extraños junto con toda su forma de vida. Aquellos que disfrutan del confort y los objetos que ofrece la ciudad ven en los extraños un peligro por lo cual buscan la manera de hacer más grande la brecha respecto a ellos, los marginados.

Por ello es necesario que la planificación de las ciudades responda a las necesidades de orden y control. Esta planificación debe evitar por una parte que la muchedumbre se apodere de las ciudades, de esta manera “la frontera entre arquitectura y mantenimiento del orden público es cada vez más tenue” [Cortés 2010:41].

Durante la reorganización de París, por ejemplo, se apostó por las largas y anchas avenidas buscando “ennoblecer las necesidades técnicas mediante una planificación artística.” [Benjamin 1983:47]. La ciudad se embelleció, convirtiendo las sucias callejuelas en amplias avenidas con arboledas, por donde se podía transitar sin mayor dificultad y disfrutando de un bello paisaje.

Si bien se embelleció la ciudad a través de esta reorganización sería una ingenuidad creer que este era el objetivo principal de la planificación de Paris. Recordando los sucesos de la Revolución Francesa, más específicamente de su etapa jacobina donde las masas desposeídas levantaron barricadas por toda la ciudad y hicieron planteamientos aun más radicales que los de la burguesía ilustrada, se entenderá el porque de la necesidad de desaparecer las callejuelas laberínticas de la ciudad.

El verdadero objetivo de los trabajos de Haussmann era proteger la ciudad de una guerra civil. Quería acabar para siempre con la posibilidad de levantar barricadas en París. […] Haussmann quiere evitarlas de dos maneras. La anchura de las calles ha de hacer imposible su construcción, y otras nuevas han de conectar del modo más expedito los cuarteles con los barrios trabajadores [Benjamin 1983:47,48].

Esto confirma lo que se dijo anteriormente, la belleza debe tener una utilidad o una ganancia. De esta manera se busco evitar que la ciudad fuera tomada de nuevo por sus propios habitantes. Sin embargo, la Comuna de París rompió con los planes de las clases dominantes, ya que los trabajadores pudieron levantar las barricadas a pesar de lo ancho de las avenidas, estableciendo el primer Estado proletario de la historia.

Estando la sociedad organizada de manera jerárquica, dividida de forma clasista es imposible que la planificación urbana se libre de repetir estos mismos esquemas. La división entre unos y otros por medio de diversos instrumentos es cosa cotidiana en las ciudades. Retomando a Marcuse y sus cinco clase de muros en las ciudades, Cortés escribe “Los Ramparts son los muros que más claramente expresan superioridad y dominación (se concentran en mansiones y áticos exclusivos” [Cortés 2010:84]. Protegen a los que tienen algo que perder. Por otra parte existen los Prision Walls que “definen la ciudad más abandonada (las prisiones y los guetos modernos) y son muros no deseados por los que están detrás, pero impuestos por la autoridad para evitar la extensión de los sectores urbanos más desfavorecidos.” [Cortés 2010:84].

Pero las barreras físicas no son tan efectivas ya que estas se muestran directamente como opresoras y excluyentes. Por ello se ha recurrido a barreras no físicas que los sujetos en general aprehenden, volviéndose en una forma de control invisible. Aquí el desconocimiento del otro se utiliza para crear prejuicios que legitiman la exclusión, siempre bajo la lógica clasista. Un ejemplo que se puede encontrar de esto es el cuento El Horror de Red Hook del autor norteamericano H.P Lovecraft, que se desarrolla en un barrio de clase baja de Nueva York. El autor escribe:

Red Hook es un laberinto de híbrida miseria […]. Sus casas son en su mayoría de ladrillo, construidas durante el segundo cuarto del siglo XIX […]. La población es una mescolanza y un enigma irremediables: en ella chocan entre sí componentes sirios, españoles, italianos y negros, a no mucha distancia de cinturones escandinavo y americano. [Lovecraft 1927:3]

Para terminar con su descripción del lugar el autor escribe: “Los policías desesperan de imponer algún orden, y tratan de levantar barreras a fin de proteger el mundo exterior del contagio.” [Lovecraft 1927:3]. Aunque Lovecraft fue un autor de relatos fantásticos y buscó describir de la manera más horrorosa los escenarios y situaciones en los que se encuentran sus personajes no se puede negar que se está basando en una concepción compartida por cierto sector de la población sobre las zonas pobres de la ciudad.

Se trata de hacer pasar como una característica natural de los sectores más pobres el embrutecimiento, sin tomar en cuenta que este es el resultado de la pobreza en la que viven.

Pero la exclusión no se da simplemente de una clase hacia otra. El esquema de la exclusión burguesa es repetido por la clase proletaria, pero sin tener la base de la primera que es la posesión de los medios de subsistencia y de producción. Es por ello que necesita basarse en otras diferencias que van desde lo salarial (clase media y baja) hasta lo racial. Esto es un conveniente sistema de control, ya que la supuesta diferencia impide a los trabajadores asumirse como una clase antagónica a la burguesa.

Vemos entonces que la planificación de las ciudades sigue dos direcciones:

Ha originado espacios sin identidad propia y alineados, áreas fáciles de controlar, organizar y rentabilizar; o, también a la creación de zonas desoladas y aisladas que no facilitan la comunicación personal, pero sí sientan las bases especiales para generar agresividad y violencia. [Cortés 2010:84].

Todo esto con el fin de mantener el status quo, que significa la conservación de la jerarquía social del capitalismo, donde una clase conserva sus privilegios y goza a partir de la explotación de la otra.


Conclusión

Las ciudades son el resultado de la explotación y despojo del sistema de producción capitalista. Sus grandes edificios no se pueden entender sin el desarrollo de distintas industrias que dependían de la proletarización de grandes sectores de la población como el campesinado o el artesanado, siendo este el primer acto de violencia que el capital ejerció sobre ellos. Dentro de las ciudades se refleja la subsunción que la forma valor hace del valor de uso dentro del sistema de producción de mercancías, dándole prioridad a la utilidad para el capital sobre el disfrute humano. Siendo edificadas sobre el esquema de jerarquía de una clase sobre otra, las ciudades son lugares donde la lucha de clases debe ser desactivada con distintos mecanismos, que van desde los mecanismos físicos como las avenidas con ciertas características, los muros, etcétera hasta los mecanismos invisibles que legitiman el orden impuesto por la clase dominante.


Bibliografía

– Benjamin, Walter. 1983. Libro de los Pasajes. Resúmenes.  (Consultado el 26 de Noviembre de 2014)

– Cortés, José Miguel. 2010. La Ciudad Cautiva. Madrid. Ediciones Akal.

– Lovecraft, H.P. 1927. El Horror en Red Hook.  (Consultado el 26 de Noviembre de 2014)

– Marx, Karl. 1867. El Capital. Ciudad de México. Siglo Veintiuno Editores. – Thompson, E. P. 1963. La Formación de la Clase Obrera en Inglaterra.

Publicado el 05 de Agosto de 2015 en:

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