Mijail Bakunin: Una filosofía destructiva para construir un mundo fraterno

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“Revolución significa guerra”, por tanto, todo acto revolucionario necesita impregnarse de táctica y disciplina cual ejercicio bélico, pero no hablamos de la tradicional guerra basada en despojos y conquistas territoriales como dinámica histórica, hemos de referirnos a la historia que escribe el proletariado en la guerra de clases. Tampoco hablamos de la disciplina como es entendida actualmente (control, coerción o en resumen, “acatarse a las reglas porque así es la vida”), sino a la enseñanza volitiva y autónoma, entre cuerpo, psiqué e ideales, que se orientan a la congruencia de los actos que realizamos en pos de uno mismo y de los demás. He ahí el valor de lo que grandes militantes y referentes han hecho llamar como disciplina revolucionaria [1].

En la biografía escrita por Fritz Brupacher, Bakunin es considerado como le démon de la révolte, uno de los títulos más adecuados para un pensador firmemente pragmático, cada una de sus experiencias y vivencias pasaron de objeto de estudio a objeto de reflexión ampliada, lo que ha convertido a varios de sus postulados e ideas en auténticos aforismos proféticos; el papel de la libertad incuestionable en la construcción del socialismo con la cooperación de los grupos de campesinos y trabajadores de la urbe; los instintos psíquicos (desesperación, rabia y odio) a la par de las acciones esporádicas como preámbulo catalizador para una organización social nutrida; la explicación constante del papel de los valores éticos y humanos dentro de los movimientos populares, así como sus constantes contradicciones mediante el empleo de la violencia [2], desde la insurrección de La Bastilla hasta los enfrentamientos en las calles parisienses por la Loi Travail de Francois Hollande; o su emblemático análisis (mal llamado “predicción” por sus seguidores) sobre el fracaso de la dictadura del proletariado y la renovación tiránica de la autoridad cuando una élite –incluso obrera o que nació cargando cajas de frutas y legumbres en el mercado del barrio- toma por la fuerza al Estado, su parlamento y su democracia representativa, todo ello como ‘fundamento’ político de la teoría marxista.

El pensamiento bakuninista es primordialmente dialéctico, confrontando constantemente principios que a simple vista parecen antagónicos y que se anularían mutuamente en su encuentro metafísico, es la tradición filosófica hegeliana la que instauró en su pensamiento una síntesis dualista, que a diferencia del maestro del idealismo y sus discípulos, la conversión dialéctica en Bakunin no siempre genera un tercer concepto, nos ofrece más respuestas y preguntas audaces que atrofias nihilistas, incapaces de aportar algo útil al imaginario social (¡ni recordemos la polémica con Nechayev por el dudoso Catecismo Revolucionario!). En sus ideas, puede inspirar la más temible insurrección llena de sangre, derramada a borbotones y con cadáveres de la burguesía regados en hileras de varios kilómetros de longitud en el piso, cual Terror Jacobino o Batalla de Petrogrado, pero al mismo tiempo, hace un llamado a la conformación de una humanidad internacional y libre para revestirla de nuevos valores, para sanarla por las tan dañadas formas de emancipación a la que ella misma se ha obligado a realizar, históricamente a causa de los intereses abismales entre amos y dominados.

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“El funeral del anarquista Gali”, Carlo Carrá (1910-1911)

Es sencillo ejemplificar dicho dualismo con uno de sus primeros escritos durante su estancia en Alemania, en crítica a la pasividad de distintos grupos y escritores que adulaban las ideas de Robert Owen y Bruno Bauer [3]:

“pongamos nuestra confianza en el eterno espíritu que destruye y aniquila porque es la fantasmagórica y eterna fuente creativa de toda la vida. El deseo destructivo es también un deseo creativo” [4],

que tampoco se extingue en sus obras más álgidas y maduras:

(…) la historia se nos aparece como la negación revolucionaria, ya sea lenta, apática, adormecida, ya sea apasionada y poderosa del pasado. Consiste precisamente en la negación progresiva de la animalidad primera del hombre por el desenvolvimiento de su humanidad [5].

Una de las más idóneas compilaciones para adentrarse y reafirmar la rigurosidad de Bakunin es “Tácticas Revolucionarias”, collage fragmentario de las obras casi desconocidas del autor (desde folletos hasta breves panfletos con manchas de café madrugador), preparada por el anarco-sindicalista ruso Gregori Maximoff, dentro de los Escritos de Filosofía Política [6], con claros enfoques pedagógicos y reflexivos para quienes entregan su vida diaria a generar desde las más grandes agitaciones populares hasta las más cotidianas microrresistencias. ¡Venga, pues!, hablamos de la construcción  la REVOLUCIÓN SOCIAL.

La aguja de la humanidad está pronta a terminar dentro del capitalismo global y sus mecanismos ideológicos que reproducen cual fábrica fordista al hombre-masa, agente predilecto y empapado en una indiferencia generalizada, odiando, celando y auto-conservándose en su rutina diaria, lo que Bakunin explicaría como un “partidario de la muerte”.

Nos quedaremos con un epígrafe demoledor para concluir este preludio y pensar en lo que hemos hecho de nuestra vida colectiva: “en tiempos de revolución, los actos hablan más que las teorías”.

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Milicianos y habitantes españoles tomando las calles en julio de 1936.


[1] Makhno, Néstor, Sobre la disciplina revolucionaria, Dielo Trouda, Nº 7-8,  Diciembre de 1925. En línea (y con algunas notas de mi pluma) en: http://rupturacolectiva.com/sobre-la-disciplina-revolucionaria-nestor-makhno-y-algunas-consideraciones-para-un-movimiento-libertario-que-apenas-nace/

[2] Es por este milenario debate conceptual, el porqué añadimos tremendo fragmento en la contraportada del libro: “(…) es de lamentar, por supuesto, que la humanidad no haya inventado todavía un medio más pacífico de progreso, pero hasta ahora cada paso adelante en la historia sólo ha sido alcanzado a costa de mucha sangre”.

En concordancia a ello y quitando los tapujos ideológicos y las sensaciones imperativas que alejan los criterios de verdad en torno a la violencia,  su ‘prima’, la violencia revolucionaria no pierde tampoco de ser una agresión conciente que agrava al otro, y aún entendiendo la dinámica del monopolio de las violencias a manos del Estado moderno, -sin perder tampoco la pista de que este no renunciará a su estructura de control desarmándose por gusto-, no podemos escapar de la contradicción planteada. Su sistema ha empleado los actos más inhumanos para anteponerse como un muro sólido; será derribado –lastimosamente- por la fuerza-reacción de esos mismos actos.

[3] Bastión de los principales “socialistas verdaderos”. Estos reciben una buena tunda de críticas en la penúltima parte del Manifiesto Comunista de Marx y Engels, (III: Literatura Socialista y Comunista”), pues en efecto, mantenían en sus principios como algo idóneo al uso de la no-violencia y proponían al educacionismo (el reemplazo de las tareas políticas y de gestión económica por meras iniciativas pedagógicas) como la herramienta más revolucionaria, antes que formar agrupaciones masivas de obreros y trabajadores del campo. Sería una locura pensar en relaciones amistosas entre estos autores y los militantes fieles a Bakunin.

[4] Bakunin, Mijail (1842). La reacción en Alemania, Deutsche Jahrbücher, Escribió este artículo bajo el seudónimo de Jules Elisand –según James Guillame, el nombre real era “Julio Elysard”- y lo dedicó “a las almas templadas e indecisas a lo que refiere el concepto de libertad”.

[5] Bakunin (2010). Dios y el Estado, Diario Público (Biblioteca Pensamiento Crítico), España, pp. 23-24.

[6] Parte IV del Tomo II. Su nombre original es “Tácticas y métodos de actuación del anarquismo”. Recomendamos ampliamente la versión de Alianza Editorial.

(Bakunin, Mijail, “Preludio” en Tácticas Revolucionarias, México, Revuelta Epistémica, 2016, pp. 3-6).

Consulta aquí el libro en PDF: Tácticas Revolucionarias

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