Demián Revart
I
La banalidad dentro del fenómeno
¡La Joya hoy se viste de gala!, ¡que vengan los youtubers, los viners y también inviten al vato que ya sale en HBO!, ¡cubramos el evento en cada periódico y programa de televisión!, ¡que venga el Presidente Municipal a dar unas palabras para agredecer que les arreglamos las calles y el drenaje para que este día sea inolvidable! ¡Ah!, pero terminando, todos se me regresan a pastar a sus burros y caballos que aquí el que se esfuerza, progresa. “¡Vive y deja vivir!”, por ahí pronunciaba este aforismo al más puro estilo laissez-faire una estudiante empedernida diciendo a sus contactos que “a nadie afecta que México haya volteado a ver tanto los XV de Rubí”, cuando este fenómeno recorría las redes como liebre huyendo del cazador. Seguimos siendo unos teodíceos, enraizando los juicios en dos grandes árboles que al parecer, no pueden ser cortados de tajo: el bien y el mal, lo positivo y lo negativo, lo que empuja a una persona o situación hacia la miseria o la felicidad. Siempre hay dos extremos imperativos. ¿Y las demás dinámicas que provocan y se dibujan en los acontecimientos? Suplantar estos juicios por todo lo que involucra la causación de los hechos, no es pecar únicamente bajo el nombre de la parcialidad, sino que ahora se peca por reducir al mínimo esa parcialidad y convertir los hechos en imágenes que estimulan ya sea el humor, la erotización (cosificación del cuerpo, mejor dicho) o en el reemplazo de la vida social por las nuevas tecnologías. Estos ejemplos son el asalto de la banalidad. Las cosas llegan y las compartimos o nos identificamos sin antes cuestionarnos: ¿por qué?
¿Y por qué es importante decir que la banalidad nos tomó por asalto?
La banalidad es la exaltación de una vida dirigida por la accidentalidad de los sucesos, que tampoco escapa al cómo-ignoramos la historia y lo que nos rodea. Los sucesos nacen de la cotidianeidad y viralizarlos desde el humor o como un acto reproductivo vacío, provoca que se extraiga su sustancia (llámesele sustancia aristotélica -“fundamento de la realidad”-, esencia sartreana -“el ser proyectado ante el mundo y lo existente”- o su análisis objetivo de la realidad -marxistas everywhere-). Por ejemplo, a alguien se le ocurrió hacer una invitación a los XV años de su hija para sus vecinos y familiares que no veía de hace tiempo; otra persona -con algo de sobrepeso- decidió grabar una interpretación musical; y otro, sólo respondió tan eufórico a la pregunta “¿y qué harías con los integrantes de tu banda favorita?” al finalizar un tan esperado concierto. En todos estos casos, hay una dosis tan habitual de lo cotidiano, el espectáculo mediático comenzó cuando alguna persona les encontró ‘gracia’ o relacionó alguno de los elementos de esos casos con algún deseo pretérito, prejuicio formulado o por la sosa necesidad de crear contenidos para acrecentar los likes de sus páginas, y que, otros tantos usuarios encontraron “divertido”. La banalidad tiene su filosofía en esa incertidumbre del “¿por qué es tan viral?” o del “¿por qué son tan famosas estas personas?”, pues respondiendo coherentemente a esas cuestiones, se autoerradicaría por un contenido más lógico.
Con respecto a esto, tenemos que enmarcar la enorme diferenciación con otro tipo de fenómenos virales, como lo son los testimonios videográficos que alcanzan millones de reproducciones cuando una persona actúa de forma prepotente contra otra (la afamada tendencia de los Lords y Ladys); los videos de autoridades, policías o servidores públicos que en lugar de realizar sus funciones orgánicas, realizan omisiones, violaciones a los reglamentos o directamente, golpean y violentan a las víctimas que documentan esos hechos. En estos dos ejemplos, es más que claro el concepto interno y explícito que responde al “¿por qué es tan viral?”.
En el oasis de la banalidad hay pocos creadores, pero abundan los reproductores, repiten y repiten algo respecto a un fenómeno una y otra vez que ese fenómeno terminado postrándose como único, aniquilando la oportunidad de pensarlo e interpretarlo de tal o cual modo. Recrean un mundo esporádico -con suerte y dura algunas semanas- con base en la pizca del determinismo humorístico, muchas veces clasista, sexista, xenófobo, etc. ¿Qué hubiera pasado si la familia de Rubí residiera en Polanco o Santa Fe?, ¿y si no se hubiera promocionado una chiva de 10,000 pesos?
La banalidad no deja de ser una máquina en tanto que invento humano, y representa la personalidad e intereses de este mismo.
II
¿Cómo incidir y pensar contra la banalidad?
He de confesar que el manejo de un material tan abstracto en sí mismo como el de la banalidad maquinizada resulta complicado. Es necesario aplicar estas ideas sobre un fenómeno dado (“Chocolate Rain” en Estados Unidos, “Baja esa perra” en Colombia o las marchas satirizadas convocadas en Facebook -obviamente, irreales- que son comunes en varios países de Latinoamérica) para descifrar las ideas que planteo. A fuerza de impugnaciones teóricas -y de otros teóricos- sobre el valor utilitario de este concepto, considero vital analizar el sin-sentido de las cosas para sepultar las abitrariedades de lo-real. ¿Acaso no es importante incidir en la vida online?
Propongo ir en retroceso sobre el esquema epistémico que presenté al inicio de este texto:
Banalidad (entenderla y obtener distintas pruebas a partir de lo más simple de un fenómeno dado) —> parcialidad (el contexto, las causas primarias y el cómo se comunica/viraliza) —> conclusión/tesis.
La lucha contra la banalidad es a su vez una lucha contra la incapacidad cognitiva y la ignorancia, requiere hacer entender a los demás que, como hice la mención a los ‘teodíceos’, acciones tan simples como compartir este tipo de determinismos virtuales en nuestras redes sociales ocultan algo más que un juicio de “me gusta” o “no me gusta”. En estas cortinas nos refugiamos inconscientemente, y lo peor es que es algo ‘democrático’ que moldean las mismas masas desde el smartphone o un ordenador. No basta con ignorarlas, como si no existieran, porque muchas personas se sumergen hasta lo más profundo de la estimulación virtual, lo que las ofusca del polvo en el viento que hay afuera, allá en las calles, allá en lo público, allá en lo-real. Las masas no son estúpidas, han sido asaltadas por la cultura de la banalidad.
Por eso la importancia de contrainformar y desbanalizar el pensamiento crítico que tanto hace falta a nuestra era.
Entonces, para superar la yerma de la humanidad, falta hacer muchas cosas (¡Wuuuu!) por este mundo.
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Que suerte que srita Rubí le dió la viruela, y los contagiados respondieron, más sin embargo los hombres o humanos no corre gasolina por las venas, corre sangre y también la venden, los científicos no han podido crear sangre humana y sana. Y lo demás USA al cuadrado se convertirá en las islas Marías, mi México libre y soberano. Amén.
Aún tienes esperanza. (Que es el peor de los males).