Dos años de liberar la Madre Tierra en La Emperatriz: un camino para muchos pies

Conmemoración de los dos años de lucha por la liberación de Uma Kiwe que viene adelantando el Pueblo Nasa, en el resguardo de Huellas, aldea de La Emperatriz, Cauca, Colombia

El día lunes seis de marzo de 2017, la comunidad nasa de la Zona Dos del resguardo de Huellas se dirigió a la minga de conmemoración de los dos años de resistencia para liberar la Madre Tierra en la finca la Emperatriz.

Hablar de minga en el Pueblo Nasa es hablar de trabajo con muchas manos, es caminar al lado del otro, es esperar al que se quedó atrás, es tolerar las bromas que se hacen de unos a otros para después reírse juntos de cada actividad burlona y picaresca que brotan de un trabajo conjunto. Este es el espíritu minguero que ha caminado por dos años la liberación de la Madre Tierra en esta finca, desde donde hace 25 años salió un operativo militar y paramilitar que masacró 20 indígenas nasa que liberaban la hacienda El Nilo, cerca de aquí. Por eso en esta finca no se afloja la lucha.

La zona dos es una de las cinco zonas que componen al resguardo de Huellas; es una zona que está compuesta por tierras planas y tierras montañosas; en las tierras planas están asentadas las familias que llegaron en el año 87 cuando se recuperaron fincas que estaban en manos de los terratenientes; en las partes montañosas aún viven arrinconadas varias familias nasas -al igual que en toda la montaña del norte del Cauca- que sueñan algún día bajar a tierras planas a liberarlas sembrando comida.

Para caminar este sueño las comunidades han decido continuar liberando la Madre Tierra a través de las mingas de corte de caña, labor que fue necesario aumentar para controlar la invasión del monocultivo; por ello, cada mes, distintas comunidades de este territorio se dan cita en esta aldea de liberación.

Una carretera pavimentada que conduce a Santander de Quilichao, segunda ciudad del departamento del Cauca, es la que separa al resguardo indígena de la finca la Emperatriz. Con la esperanza puesta en el corazón hombres y mujeres traspasan la carretera pavimentada y entran en tierras que están al servicio de la agroindustria capitalista, para sembrar allí trabajo colectivo y el sentido sagrado que tiene la Tierra para las comunidades.

El principio de unidad es lo que brota de cada liberador y liberadora, aquí solo se observa compromiso colectivo, las mujeres con sus niños a las espaldas soplan el fogón, otras en medio del humo de la leña seca pelan yuca, zapallo, cebolla y papa, las demás tasajean la carne para echar a la olla. Los hombres cargan la leña y colocan las enormes ollas en las tulpas donde se cocinará el almuerzo. Mientras otras mujeres combinan hierba buena, piña, canela y aguardiente para preparar un agradable canelazo para cuando llegue la hora del baile. También aquí la chicha no puede faltar, por eso dos pomas azules de chicha son bajadas de un carro con mucho cuidado para no romper los envases.

Previamente los jóvenes se reparten las distintas actividades necesarias para esta conmemoración: unos levantan una choza de plástico debajo de los árboles mientras los otros instalan la electricidad y el equipo de sonido para el evento.

Entretanto, otras 200 personas entre jóvenes y mayores con machete en mano cortan la caña que cubre las tierras de la finca Canaima, más abajo de la Empera; no hay filo de machete que aguante por la cantidad de caña tumbada, sin embargo las limas dan solución a la herramienta para el corte. “Cada que acaban de tumbar un surco de caña el corte se pone más bueno”, dice un comunero.

El sol hace presencia y la sed también, pero la garganta se refresca con chaguasgua de maíz; la mañana termina y con ella finaliza por hoy el corte de caña. Fueron cuatro horas de corte, cada comunero, cada comunera seca el sudor de su rostro, descansan y caminan bajo el sol brillante hasta donde se encuentra la cocina. Es hora de echar algo a la barriga.

Después del almuerzo la comunidad se concentra en el lugar preparado para continuar con la conmemoración. Ahora se trata de dar paso a las palabras de las autoridades presentes, a las distintas delegaciones de los puntos de liberación de la Madre Tierra; igualmente a las personas de Universidades presentes en el lugar.

El Himno del pueblo Nasa y el Himno de la guardia dieron paso a un minuto de silencio para recordar a las personas asesinadas y heridas en el proceso de la liberación de la Madre Tierra. Aquí hay espacio para dar lectura del ensayo “El impacto de las transferencias en el movimiento indígena”, documento que resulta de una reunión de mayores de diferentes pueblos de Colombia, en Bogotá, en diciembre de 2002.

Cada palabra que se escucha aquí en este momento son voces de ratificación para que las mingas de liberación continúen: “Nos metimos a la finca con el ánimo de acabar la caña, la idea no es confrontar ni pelear, estamos aquí para trabajar la tierra, vamos a continuar con las mingas, hasta que sea liberada la Madre Tierra…”

Esta palabra dio paso a la orquesta de música integrada por los jóvenes de López Adentro, Tóez y Huellas, la música empieza a avivar este momento, las y los liberadores danzan alrededor de la choza alentados por la flauta y el tambor. Mientras bailan se escuchan lemas como: ¡dos años de resistencias en La Emperatriz”!, ¡cxa cxa!, ¡hasta cuándo! ¡Hasta siempre!, ¡viva la liberación de la Madre Tierra! Estas y otras son algunas consignas que retumban en los oídos de las comunidades presentes. En medio, se hace la danza del zapallo: de la gran cosecha de zapallo se escoge el más grande, uno de dos arrobas, y se pasa de mano en mano y en gesto de ofrenda mientras la gente baila. La celebración se prolonga hasta que el sol se oculta.

De esta manera fue como los y las liberadoras conmemoraron dos años de lucha. Una resistencia que ha soportado la represión del gobierno, pero en medio de ello han visto florecer la esperanza hacia ese sueño de una verdadera autonomía. Dos años donde el miedo desapareció, donde los condicionantes proyectos de cooperación y el chantaje de los industriales ya no tienen cabida. Aquí en esta aldea de liberación aumentaron las mingas, se cultiva el maíz y cada comunero y comunera saborea envueltos, masas y mote. Aquí en la Emperatriz ya no queda caña, toda la tierra ha sido liberada del monocultivo por la gente con ayuda de las vacas que van pisando y comiendo la caña que queda.

Aquí lo que sigue son semillas vivas, que germinan mingas para mucho rato.

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