El “zugzwang” de la vida: El caso Enrique Guerrero Aviña

“En ajedrez se usa la palabra zugzwang para expresar que todos los movimientos posibles de un jugador son malos, las infinitas opciones que encierran sesenta y cuatro casillas no alcanzan para evitar el desastre; gustoso se quedaría uno quietecito, pero el tiempo es inexorable, nadie puede detenerse a contemplar la vida, ella, la vida, anda cabe con contra nosotros, todos…”

 Enrique Guerrero Aviña,

Puente Grande, Jalisco, 4 de julio de 2014.

Humanista tras las rejas.

Bloque Libertario Internacional

Uno de los casos que tuvieron poca repercusión en el ámbito de los Derechos Humanos fue el del compañero Enrique Guerrero Aviña, maestro y medallista de Ajedrez, además de estudiante de la carrera de Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. El hecho de ser joven no ha significado una ventaja para Enrique. Por el contrario, ha sido causa de sufrimiento para él y los suyos, sin embargo, eso no le ha quitado el valor por demostrar su inocencia para poder seguir luchando por su libertad.

Esta es una forma más de demostrar que el movimiento estudiantil es un golpe contundente a las formas opresoras del Estado. estando o no en organizaciones políticas, el estudiante consciente llega a tener un futuro cargado de cambio social

Su situación es grave en demasía, pues se le acusa de secuestro con agravante de Violencia de dos sobrinos de Gerardo Gutiérrez Candiani, presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE) hijos del empresario farmacéutico Juan José Álvarez Candiani, residentes de la ciudad de Oaxaca.

Su detención se efectua el 17 de mayo del 2013 a los alrededores del Estadio Azteca, interceptado por vestidos de civil y subyugados del GDF. Se le obliga a reconocer un celular que no era suyo pero sí de presuntos culpables del delito, además de violencia física y psicológica con motivo de confesar su crimen, acción burda pues no existe una confesión por parte de Guerrero Aviña, declaraciones o testimonios en su contra, no hay informe policial, aseguramiento o algún otro medio probatorio que permita presumir su participación en el secuestro o que forme parte de una organización criminal. A contrario sensu, se cuenta con el dictamen del vehículo en el que viajaba Enrique cuando los policías federales le dispararon antes de su detención; este dictamen indica que el auto presenta, entre otras cosas, rotura de materiales por producto de impacto de arma de fuego.

Como diría el zugzwang, no se sabe cómo llegó ahí, pero aún hay muchas jugadas posibles. Hoy continúa preso en un penal de máxima seguridad, el CEFERESO Puente Grande de Jalisco.


CARTA 

A las mujeres y hombres sinceros, A los que buscan la justicia.

“y están atentos tus oídos para defender al desvalido y  al oprimido y así los hombres de barro no puedan oprimirlos”. Salmo 10, 17-21 No suelo escribir sobre mí pero he de contarles un poco de mi historia, se trata de una historia nueva y antigua, una historia como la de muchos otros. Sé de cierto; lo he visto, que la palabra honesta y valiente puede convocar, acercar, y unir, que el actuar nunca naufraga si persigue un ideal. 

He compartido mi vida y sus días con los demás, con aquellos que siempre han de buscar, porque buscan justicia, alegría, libertad, el pan de todos. Caminando como cualquiera aprendí de penas y felicidades, pude ver a la gente vivir justa y libremente, entendí entonces que no se ha perdido todo, que el mundo puede ser un lugar mejor.  Estudio la carrera de filosofía en la UNAM, de la filosofía he aprendido muchas cosas entre ellas que cada uno de nosotros tienen un compromiso con los demás y con sus circunstancias, he participado socialmente dando clases de alfabetización, primaria y secundaria para adultos, y ajedrez; apoyando la organización de talleres de análisis sobre América Latina, educación y sobre situación de nuestro país; he ayudado en la conformación de pequeñas cooperativas y uniendo mis anhelos y mi suerte a la de la gente, nada de esto constituye un delito; sin embargo, no son nuevos en este país los montajes que fabrican presuntos culpables y la tortura que viola los Derechos Humanos. 

Fui detenido por la Policía Federal la noche del viernes 17 de mayo de 2013 en el Distrito Federal, por suerte ninguna de las balas que me dispararon pudo alcanzarme, por casi 30 horas fui torturado por personal de la Policía Federal y de la SEIDO con amenazas, golpes, asfixia, simularon mi ejecución, entre otras cosas, todo para que aceptara un delito que no cometí y repartiera culpas que no conozco, preguntaban también por gente que participa en el movimiento social, en tan difícil circunstancia repetía en mi mente las palabras que alguna vez escuché: “frente al dolor del mundo mi pequeño dolor”, las horas parecían negar su paso pero defendí la verdad de mi inocencia. Resisto la tortura, porque la tortura no terminó aquellos días, vuelve y embiste de nuevo en la intimidad de la memoria. 

De manera franca y humilde pido el apoyo y la solidaridad de quienes creen en la justicia difundiendo mi caso y uniendo esfuerzos, alzando la voz contra la injusticia en cualquier medio, o rincón posible, caminemos juntos hacia un país mejor donde la injusticia, la tortura y la mentira no prevalezcan. 

                                                                                                  Enrique Guerrero Aviña                                                                                      Puente Grande, Jalisco (México)


Cuento desde la Cárcel: “Vacaciones”

Un Par de Haikus 

El sol se marcha dónde pasa sus noches el sol retorna.

Joven guerrero han roto ya tu espada combate eterno. Lluvia de flechas mira, el sol nos deslumbra caen, caen, sin fin.  Beso sin freno humedad de la lluvia y de los cuerpos. Cierra tus ojos unimos las querencias entre recuerdos. Entre tus piernas unimos las miradas las noches nuestras. Azul nocturno manos entretejidas lazando sueños. Alazán Lucero “Galopa Caballo Cuatralbo” – Rafael Alberti El viento es correr correr correr correr alazán lucero no pares de galopar no hay donde reposar corriendo el sendero lucero del alba alazán que anda. La lluvia es recordar recordar, recordar, recordar alazán lucero anda el pasado contigo a tu paso recordando el sendero lucero de infancia alazán de confianza. El tiempo es buscar buscar, buscar, buscar alazán lucero un día has de recordar para volver a indagar buscando el sendero lucero en la frente alazán valiente. Viento, lluvia, tiempo aire, agua, todo alazán lucero corre tras el viento buscador eterno no olvides el sendero lucero somos alazán, unidos.

Distancias 

Pon mucha atención, escucha lo que dicen estas líneas, son para ti, son tuyas, son poquitas, aquí comienzan allá terminan, se trata de una costumbre antigua, primero hay que buscar una pareja, un palomo y una paloma, construirles un hogar, sus crías encontraran la vida ahí, entonces , hay que sacarlas a pasear diario agregar un poco de tiempo y listo, siempre encontrarán el camino de regreso a su hogar, al lugar donde conocieron la vida, sabrán volver, esa es la importancia de saber volar.

22 de Septiembre 2013.  Puente Grande Jalisco, Enrique.


El Viejo y el Mar

Pienso desde esta cárcel en el esfuerzo de aquel viejo en su lucha contra la inmensidad, la mar que lo puede todo y él, que sólo puede no rendirse, aunque no rendirse es también, de algún modo, poderlo todo, fracasa al llevar el pez espada hasta la costa pero vence en volver luchando, así lo miro desde esta cárcel.

“Era una noche de lluvia, el pequeño Matías entró en la central camionera de mano de su abuelo, todos andaban con sus propias prisas parecían saber a donde iban, él, en cambio, apretaba la mano que lo guiaba entre piernas, faldas, maletas, diablitos y demás obstáculos, todo un laberinto de formas y ruidos. De pronto la mano se detuvo y Matías chocó contra la pierna del abuelo, tenía sueño, sus ojos grandes y rojos le daban comezón, observó un perro negro y flaco que apurado intentaba salir de aquel laberinto humano, se sintió seguro de mano del abuelo, un vagabundo pateaba una lata de refresco sin importarle nada, recordó entonces las cascaritas con sus amigos, la próxima sería el gol del triunfo, sintió el jalón del abuelo y dos pasos más. 

Estaba aburrido y cansado, comenzó a sentir ganas de orinar la temblorina lo delataba, había esperado como nunca estas vacaciones, aprendió que toda espera es eterna, faltaba poco. Otro jalón de la mano y unos pasos, escuchó al abuelo decir sus nombres y apellidos, recordó a su maestra pasando lista, tiró de la mano porque quería ir al baño pero el abuelo no volteo, volvió a tirar y no hubo respuesta, por qué los adultos eran tan mal educados. El vagabundo se había sentado y parecía dormir, recordó que tenía sueño, vio llegar a dos hombres que gritaban al vagabundo, parecían policías, nunca le había parecido malo dormir pero su maestra también los regañaba si se quedaban dormidos en clase, sintió al abuelo y lo siguió, por fin avanzaban rápido. 

-Pasaremos al baño antes, el camino es largo –dijo el abuelo.  Matías afirmó con la cabeza y apuró el paso. Al salir de los sanitarios avanzaron a toda prisa entre aquel movido laberinto, tropezó pero la mano fuerte del abuelo evitó que cayera, pudo ver detrás de los vidrios los camiones parados, cómo sabía el abuelo en cual subirse. 

Al llegar a la puerta el abuelo entregó los boletos y se quitó la mochila, al salir le devolvieron la mochila. Todo se confundía entre sueños, camiones, el abuelo, el rostro de su padre, la noche y sus luces, su padre y sus sueños. 

No recordaba como se había subido al camión, pero al voltear y ver al abuelo sentado a un lado se sintió seguro, había amanecido, por la ventana pudo ver la carretera larga y sin fin, a lo lejos en el horizonte unas pequeñas casas, quién viviría en ellas, cómo llegar al horizonte. Mirando y no la carretera recordó la última vez que fue al parque con el abuelo, pasaron por la pequeña feria que se instalaba los domingos en una esquina, nunca le habían gustado los juegos mecánicos lo que al él realimente le divertía era jugar a las caminas, el juego era sencillo, había que lanzar las canicas en unos orificios que tenían marcados diferentes puntos, al final sumar los puntos y elegir que coincidieran con el puntaje. Al pasar frente al puesto de canicas Matías frenó su paso y jaló la mano del abuelo que fingió no darse cuenta del discreto llamado. 

-¿Podemos ir a las canicas? -preguntó insistiendo Matías.  -Si me da… te llevo –contestó jugando el abuelo mientras seguía caminando.  -Si te da me llevas, pero –hizo una pausa y remató- ¿si no te da?  -Si me da te llevo y si no me da no te llevo – exclamó entre risas el abuelo mientras regresaban al puesto de canicas. 

De pronto pensó que debía prestar atención al camino, tenía que memorizarlo como las tablas de multiplicar, al final se encontraba su padre, tenía meses de no verlo, él sabía que las cosas estaban mal podía sentirlo en sus abuelos, además ya eran vacaciones y su padre, decían, seguía trabajando, él nunca trabajaba en vacaciones. Otra vez se había distraído, se molestó con él mismo y trató de leer un letrero a orillas de la carretera. 

– Ya estás despierto – aseguró el abuelo volteando a verlo.  – ¿Cuánto falta? – preguntó sin dejar de mirar la carretera.  – Falta menos – ¿Menos cuánto? – Menos – El letrero decía veinte – Veinte Kilómetros – ¿Veinte son muchos? – No, son pocos – ¿Cuántos llevamos? – Muchos Matías, muchos, como cuatrocientos – Cuatrocientos son muchos – dijo suspirando Matías, con la vista clavada en el paisaje, se sentía tan lejos que pensó nunca aprendería a llegar a aquella lejanía.  – Ya mero llegamos ¿tienes hambre? Matías negó con la cabeza – ¿Quieres ir al baño? – Sí – Aguanta un poco, ya mero llegamos. 

Ahora le parecía más largo aquel camino que todos los meses de espera, el paisaje cambió de golpe, se miraban casas por todos lados y algunas personas caminaban sin muchos ánimos, aquella luz mañanera le recordaba el camino al colegio siempre con sueño, pero ahora la emoción lo mantenía muy despierto.  El camión entró en la terminal y se estacionó, como resorte Matías se puso de pie, el abuelo esperó que bajaran algunos pasajeros para levantarse, tomó la maleta y bajaron juntos. El abuelo caminaba con prisa, sabía que iban justos de tiempo, otra vez en aquel laberinto de piernas y maletas.

Matías hizo esfuerzos y brincos por no perder la mano del abuelo, sin embargo, no pudo evitar chocar un par de veces y alguno que otro grito. Pasaron rápido al baño y continuaron la carrera, aprendió que la vida anda de prisa, pero no dice a dónde va.  Una vez fuera de la central camionera se dirigieron hasta una esquina para subirse a un camión con la leyenda “ando volando bajo”. El abuelo siempre sabía como llegar a donde había que. En una esquina incierta para el pequeño Matías dejaron aquel camión que decía volar bajo y tomaron otro donde José José cantaba a dueto con el chofer: “que triste todos dicen que soy… no saben que pensando en tu amooor, he podiiido ayudarme a vivir”. Había sido un largo viaje, meses esperando aquel día de vacaciones, Matías no terminaba de convencerse, por qué razón su padre se marchó sin despedirse dejando tantas promesas incumplidas y un huequito en el pecho, los abuelos decían que estaba trabajando, que pronto volvería, pero ¿qué era pronto para los adultos? Todos decían pronto y parecían que nadie se daba cuenta que hace tiempo que fue pronto y nada. Sin embargo, él tenía un plan, convencer a su padre de regresar a casa, le prometería las mejores calificaciones y ninguna queja de conducta, si le faltaba mucho trabajo entre los tres podrían terminarlo rápido o podía también renunciar, estaba decidido a que regresaran los tres. Bajaron de aquel camión donde el chofer cantaba apasionadamente. 

– Llegamos – dijo el abuelo. 

Aquel lugar no era como lo imaginó en numerosos años, era un monstruo de grandes muros, insípidos, tristes, sintió ganas de regresar, tenía miedo pero quería ver a su padre, aprendió que uno puede querer y no querer. Conforme se acercaban al monstruo se hacía cada vez más grande, parecía querer devorarlos, y quería devorarlos. Era un lugar horrible, no le quedaba la menor duda, ojalá pudiera convencer a su padre de irse, iban con aquella pequeña esperanza, después de todo siempre lograba convencerlo. Tuvieron que pasar varias puertas con policías, el abuelo mostraba unos papeles y decía sus nombres, su corazón latía fuerte, pronto vería a su padre pero no quería estar ahí. Hicieron fila con otras personas, Matías pudo ver otros niños, formados, no parecían muy contentos, la alegría de las vacaciones no existía para ellos, pensó que todo era un sueño que pronto despertaría en casa, pero no pudo despertar de aquella realidad. Avanzaron poco a poco hasta otro cuarto. 

– Procedan – les dijo un guardia.  – Has lo mismo que yo – dijo el abuelo volteando a verlo mientras le soltaba la mano.  Matías escuchó claramente las palabras pero se quedó inmóvil al ver que el abuelo se bajaban los pantalones y luego los calzones.  – Bájate los pantalones – le dijo el mismo guardia con voz seca y dura.  – No quiero – Contestó Matías con voz baja pero firme, recordó los consejos familiares de que nunca debía desvestirse frente a extraños, además no quería por qué.  – Has caso hijo, luego te explico – intervino el abuelo con voz dulce y poniendo su mano en el hombro del pequeño cada vez más impresionado. 

Matías se levantó la playera luego bajó sus pantalones y sus calzones, se sintió avergonzado, hizo tres sentadillas como en su clase de deportes y volvió a vestirse, siguió imitando al abuelo, se quitó un zapato y luego su calcetín, los volvió a colocar e hizo lo mismo con su otro pie. Se sentía maltratado, él no siempre se portaba bien pero sólo quería ver a su padre. Tomó la mano del abuelo y la apretó fuerte, estaba nervioso le sudaban sus manos. Avanzaron por un pasillo hasta un pequeño cuarto con sillas y una mesa. Sentado como una ilusión; era una ilusión, estaba su padre; por fin, la imagen lo impactó unos instantes, sin pelo ni barba se veía triste pero sonriente, sintió un ligero jalón de manos del abuelo y se acercó veloz a los brazos de aquel hombre, por un momento lo olvidó todo y comenzó a llorar, no quería hacerlo pero no pudo evitarlo. 

– Mira que grande estás y fuerte – aseguró su padre mientras el limpiaba las lágrimas de los cachetes.  – Sí – contestó Matías.  – ¿Cómo terminaste la escuela?  – Bien.  – ¿Y en conducta? – Más o menos.  – ¿Más o menos? – preguntó su padre mientras sonreía. – Sí… más o menos – respondió la sonrisa.  – Debes obedecer a los abuelos en mi ausencia; travieso, y debes cuidar a la abuela ¿me entiendes?  – Sí – contestó mirando a los ojos de su padre – ¿trabajas mucho aquí?  – Algo hijo, algo. – ¿A que hora te despiertas?  – A las seis. – ¿A esa hora trabajas? – A esa hora paso lista. – ¿Cómo en mi escuela?  – Igualito. – ¿Dónde duermes?  – Arriba tengo mi cuarto. – ¿Puedo verlo?  – No hijo, eso no se puede. – ¿Porqué estás en la cárcel?  La pregunta sorprendió y no a su padre, después de todo su hijo era muy listo, y aunque habían procurado no decirle nada sobre el arresto y la prisión, Matías, como todo niño, entendía más de lo que sabía.  – Por una injusticia hijo, ¿te acuerdas cuando el maestro le pegó con la regla a Paco?  – Sí, yo le dije que no podía pegarle.  – Así fue, entonces ¿qué pasó? – Me castigaron sin recreo una semana.  – Eso fue una injusticia, esto es una injusticia.  – ¿Estás castigado?  – Sí. – ¿Y la justicia? – ¿Volviste al recreo después de aquella semana? – Sí. – ¿Lo ves? Al final se hiso justicia.  – ¿Irás a casa en una semana? – No, mi castigo durará un poco más pero volveré con ustedes pronto. Te lo prometo.  – ¿Cuándo es pronto?  – No sabemos Matías, pero todo va a estar bien insistió su padre con una sonrisa algo nostálgica.  – Ven con nosotros.  – Hoy no es posible pero te llevaré a ver las luchas en cuanto resolvamos esto.  – ¿Siempre gana la justicia? 

Su padre sabía que el mundo no era un lugar justo, que las guerras no eran crímenos sino negocios, que el hombre era una estadística, que había tantas cosas al revés. Intentó contestar lo que su hijo necesitaba oír sin dejar de ser sincero. 

– Así será – abrazó fuerte al pequeño Matías y lo besó en su cabeza tres veces –así será hijo – repitió la respuesta que ambos necesitaban oír. 

El abuelo permanecía callado mirándolos atentamente, por un momento el tiempo se detuvo para él, sintió la impotencia de no poder resolver ahora las cosas. 

– Papá. – ¿Qué? – ¿Te cuento un chiste? – Cuéntalo. – ¿Qué hace batman en la cocina? – ¿En la cocina?, no sé. – Un batilicuado. – Ah, claro. – ¿Y qué hace batman en el baño?  – … no sé, me doy.  – Un batidillo. 

Los tres rieron juntos. La alegría es una loca de atar, suele colocarse en lugares inesperados aunque sea por instantes. La plática abarcó un poco de todo, las cascaritas, el colegio, la abuela, los recuerdos, el abogado y demás. La espera fue larga, la visita fue breve, el fin de aquel encuentro los sorprendió abrazados los tres.  Matías salió de la mano del abuelo, dejaban atrás el monstruo triste donde vivía su padre, vio salir otros de los niños que entraron con ellos también sin sus padres ¿cuándo ganaría la justicia? ¿Cuándo sería pronto? Aprendió, también, que el mundo era injusto con él sin importar que tan justo o injusto fuera el mundo.”

 

Septiembre 2013

Por: Enrique A ella, la familia, los amigos. “También está la mentira del fuego que purifica,  aunque nadie sale nunca purificado del infierno” 

Elizabeth Flores 


DIBUJOS DESDE LA CÁRCEL

El Bloque Libertario está seriamente comprometido en apoyar los proyectos independientes que luchan por la liberación de los presos políticos de todo el mundo. Ciertos militantes pertenecen a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, dando un apoyo ferviente con las actividades en que solicite la ayuda para con el caso de Enrique.

¡¡¡LIBERTAD A TODOS LOS PRESOS DE LA UNAM Y DEL PAÍS!!!


Déjamos algunas ligas de interés y para la información sobre la situación del compañero:

Todos Somos Todos, Él Es Nosotros.

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