¡Pásele, pásele!, ¡tenemos de todo para ofrecerle! Aproveche el descuento que tenemos en sonrisas, llévese al mayoreo unas cuantas historias, ahí en la esquina del pasillo también encuentra al dos por uno algunos kilos de ‘barrio’, cultura y fraternidad.
En este universo de materias primas, aromas y colores no hay distinciones. La Señora de los quesos tiene la misma esencia que el Don de los aguacates, así como el comerciante tiene el mismo valor que la familia que aquí se surte, mismo caso para el indigente, los ateos y los creyentes.
Los mercedarios somos un corazón sostenido por muchas manos entrelazadas, que habrán de tomarse la una a la otra para defender cada metro cuadrado de lo que nos pertenece. Y así como desde hace cuatro siglos erigimos estos mercados con huaraches, sombreros de paja y palos fabricados a mano; con zapatos bien boleados, trajes importados y sus leyes, pretenden arrebatárnoslos. Pero estos hórridos aires de incertidumbre no significan un “ellos contra nosotros”, sino un “el pueblo mexicano contra ellos”, siempre el proletariado un paso adelante y con la frente en alto, pues un simple rasguño a La Merced es atentar contra el bolsillo de miles de familias y pequeños comerciantes del país.
¡No estamos solos! En nuestro bando, se posan también decenas de organizaciones, colonias, barrios y pueblos en defensa del territorio y los recursos naturales, que han movilizado el derecho a existir en sus propios espacios públicos, con sus usos y costumbres, sin líderes y todos al grito de “¡ya basta!”. Nuestra virtud será luchar por la justicia y el trabajo digno; la de ellos, es maquillar a estas dos causas con el nombre de “modernización”. ¿Por qué habremos de seguir ocultando esta sucia y dolosa realidad? ¡Despertemos, compañeros!, ningún gobierno erradicará la miseria ni el despojo, pues estos son sus pilares forjados en mentiras para poder mantener su poder y dominio sobre la clase trabajadora.
Nuestro enemigo es una hidra de múltiples cabezas: autoridades y funcionarios que residen en la punta de la pirámide estatal, empresarios, partidos políticos, falsas dirigencias, golpeadores, granaderos, “intelectuales”, prensas vendidas e incluso nosotros mismos en nuestra mente, cuando nos decimos temerosos: “¿para qué hacerlo?, si todo seguirá igual que siempre”.
Es la hora de instruirnos, auto- educarnos, organizarnos y manifestar nuestro derecho a la permanencia en La Merced. Nuestra obligación: agitar las conciencias para emanc parlas del miedo a luchar, transformar la apatía y la ignorancia en armonía comunitaria que suene en todo el barrio, vernos a los rostros y entender que nos necesitamos los unos a los otros para demostrar que también tenemos voz. ¡El tiempo se agota, compañeros! ¡Pásele, pásele!: esta es La Merced en resistencia.
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