Paulo Freire fue uno de los pedagogos más influyentes del siglo XX. Lúcido y preocupado por las clases más desfavorecidas, pensó la educación como práctica de la libertad. Su filosofía se mantiene vigente en tanto rescata los saberes propios de quienes aprenden como base para construir un conocimiento que genera dignidad, conciencia del mundo: una pedagogía que promueve su transformación.
Tamara Smerling
«Es necesario desarrollar una pedagogía de la pregunta. Siempre estamos escuchando una pedagogía de la respuesta. Los profesores contestan a preguntas que los alumnos no se han hecho». La cita sintetiza buena parte de las ideas de Paulo Reglus Neves Freire.
El siglo era joven cuando nació, el 19 de septiembre de 1921, en una de las regiones más pobres y bellas del Brasil: Recife. Su familia, de clase media baja, fue golpeada por la gran crisis de 1930, lo que despertó una gran conciencia por los más necesitados en el pequeño hijo de la familia Freire.
La realidad del nordeste brasileño tampoco era fácil: hasta muy poco tiempo atrás sus habitantes habían vivido en la esclavitud, las clases rurales perduraban aún en relaciones laborales de opresión y marginación, sin participación alguna en las decisiones importantes del país. Para votar, por ejemplo, era preciso saber leer y escribir. Pese a las dificultades, sus padres le enseñaron a Paulo a escribir, bajo la sombra de los árboles de la casa en la que vivían en Pernambuco.
Paulo Freire tenía solo trece años cuando su padre murió, y tuvo que dejar sus estudios. Logró volver a la escuela secundaria a los dieciséis años y, con más de veinte, ingresó a la Facultad de Derecho de la Universidad de Recife, en 1943, donde estudió filosofía y psicología del lenguaje. Después de su graduación, se dedicó a dar clases de portugués en una escuela secundaria donde comenzó a poner en práctica sus ideas acerca de facilitar que los estudiantes, curiosos, descubrieran los contenidos académicos en forma dinámica.
En 1944 se casó con Elza Maia Costa de Oliveira, una muchacha que también trabajaba como profesora de primaria y con quien tuvo cinco hijos. En 1946 fue nombrado director del Departamento de Educación y Cultura del Servicio Social en el Estado de Pernambuco, donde comenzó a trabajar con los habitantes de Recife que aún no sabían leer ni escribir. Fue uno de los fundadores del , creado en 1960, donde estuvo a cargo de la división de investigaciones.
Paulo Freire, pedagogía del oprimido
«La pedagogía del oprimido, como pedagogía humanista y liberadora tendrá, pues, dos momentos distintos aunque interrelacionados. El primero, en el cual los oprimidos van desvelando el mundo de la opresión y se van comprometiendo, en la praxis, con su transformación, y, el segundo, en que, una vez transformada la realidad opresora, esta pedagogía deja de ser del oprimido y pasa a ser la pedagogía de los hombres en proceso de permanente liberación», sostuvo en Pedagogía del oprimido (1970).
Siempre preocupado por las poblaciones más necesitadas, terminó por forjar un método de enseñanza y aprendizaje que lo erigió como uno de los mayores pensadores de la educación de todo el Siglo XX. Basado en un principio de diálogo, Freire mostró que era posible pensar en una nueva relación entre los profesores y sus alumnos, una forma de enseñanza en que todo proceso educativo debe partir de la realidad que rodea a los individuos. Estas ideas influyeron en los movimientos revolucionarios de la década del sesenta, la y las renovaciones pedagógicas que se dieron en América Latina, África y Europa. «La lectura del mundo precede a la lectura de la palabra», era, esencialmente, uno de sus principios básicos.
En 1961 tomó el cargo de director del Departamento de Extensión Cultural de la Universidad de Recife y, en 1962, tuvo la primera oportunidad de aplicar su método: en solo 45 días les enseñó a leer y escribir a más de 300 trabajadores de las plantaciones de caña de azúcar de la localidad de Angicos, en Río Grande del Norte.
La propuesta de Freire era, básicamente, la negación del sistema unidireccional de educación: los maestros que enseñan a sus estudiantes. En cambio, proponía una comunicación de ida y vuelta, eliminando la dicotomía educadores y educandos. Para Freire, ambos, maestros y estudiantes, debían establecer un diálogo en el cual tendría lugar el proceso educativo. La educación problematizadora —tal como la denominó— apuntó claramente hacia la liberación y la independencia de los sujetos, con la intención de transformar la pasividad de los estudiantes e incentivar el interés por transformar la realidad.
Los resultados de su experiencia posibilitaron que el presidente de Brasil, , aprobara la creación de un plan de alfabetización para adultos en todo el país, pero el golpe de Estado de 1964 puso fin al proyecto.
Exilio y regreso
Freire fue encarcelado y acusado de comunista y traidor. Después de un breve exilio en Bolivia, emigró hacia Chile donde trabajó durante cinco años como consultor en la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), y en distintos planes del gobierno demócrata cristiano de Eduardo Frei, como el programa de educación de adultos del Instituto Chileno para la Reforma Agraria (ICIRA). En 1970 se mudó a Ginebra, Suiza, para trabajar como consultor en el Consejo Mundial de Iglesias, donde desarrolló programas de alfabetización para Tanzania y Guinea Bissau.
Pedagogía para cambiar la realidad
En enero de 1993, Paulo Freire fue entrevistado por el Museo de la Persona de Brasil. En ella habló sobre su experiencia como ministro de Educación durante el gobierno de Goulart y los años de la última dictadura militar en Brasil, cuando el ejército suspendió el Plan Nacional de Alfabetización instituido por Freire, además de cuestiones pedagógicas. .
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