¿Por qué el estudiantilismo es una de las peores enfermedades de la sociedad moderna?

Demián Revart

Nota Introductoria: El estudiante descrito en estas reflexiones no equivale en tanto que concepto a la generalidad de los seres humanos que estudian oficial o informalmente tal o cual carrera,  en tal o cual institución, sino, a la ideología estudiantilista que impera en gran parte de los estudiantes de nivel medio superior y superior dentro de los marcos institucionales.

El paso que le seguiría a esta embrionaria conciencia, corresponde al voraz conjunto de costumbres políticas e ideológicas del ciudadanismo.

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1) El estudiante no sabe absolutamente nada de historia ni de dinámicas históricas en el terreno de la procreación de su edificio-escuela. En su presente inmediato denigra a la clase trabajadora, -especialmente a los trabajos ambulantes como el comercio “informal” en el transporte público y las calles, a los oficios obreros y al sector servicios (“godínez”)- con el mensaje implícito de “no querer convertirse en uno ellos”, correspondiente también a los preceptos del ciudadanismo, doctrina familiar que exalta las falsas conciencias generacionales y cibernéticas.

Es un opositor “aleatorio”. Casi categórico y programado para repetir “razones”. Incurre en diversas formas de oposición a los movimientos estudiantiles y populares según sus actos; de forma aminorada con su inmovilidad e indiferencia; a medias siendo parte del rebaño de la opinión general y el feedback humorístico en red

es sociales; extremista con críticas basadas en el ad populum, pretendiendo explicar la inutilidad de todo movimiento social.

La gracia reside en que pocos de ellos terminan por percatarse que es gracias a las movilizaciones políticas que las universidades en las que “estudian”, hoy se erigen y están abiertas a cierto porcentaje de la población.

2) Su “crítica” a lo que se mueve masivamente es resultado de la ignorancia implantada por los fenómenos de las mass-media y la virtualidad. Mediante memes y burlas bajo el aburguesado término de el “chairo” (popularizado por los artículos difamatorios hacia el movimiento estudiantil de 1999 en la UNAM en periódicos como “La Jornada” o “Excélsior”), su interpretación de la realidad social se torna en la reproducción de la “sociedad del espectáculo”, transmitida de lunes a domingo las 24 horas.

Aunque afirme que no es sumiso a los medios tradicionales de comunicación masiva (televisión, radio, periódicos y el #AMíNoMeEducóLaRosaDeGuadalupe), vive en otros medios alienantes que se han convertido en una forma de vida anti-social: Facebook, Twitter, Instagram, et. al. [1]

3) En este sentido, el opio cognitivo del estudiante es la mercantilización de la cultura, que precede a la mercantilización de la vida, y directamente, a la forma en la cual uno “se la gana”. Se convierte en perseguido y perseguidor del empresariado. No es ajeno que el debate colectivo, los proyectos comunes y la construcción del tejido social, que en un momento llegaron a ser los fines inmediatos de las carreras universitarias, hayan sido reemplazados por la especialización del trabajo ‘académico’ y la estandarización del conocimiento.

4) Se jacta de un falso orgullo “universitario” y de la falsa identidad de pertenecer-a, rivalizando –e incluso despreciando- a las demás instituciones y a los oficios básicos con la quimera de no considerarse como “proletario”, justamente con el precepto de que “se estudia para salir de pobre”. Piensa ingenuamente que una profesión o un “título” le hacen más que las otras fuerzas productivas. Su discurso de púlpito se agarra del coloquio tautológico de telenovela que recitan siempre de generación a generación: “quiero que tengas una mejor vida que yo” ó “quiero que termines la carrera para que te ganes una vida”.

* Guy Debord explicaría que al estudiante se le adiestra desde el nivel bachillerato y la rutina cultural del vivir-diario para especializar y profesionalizar su incapacidad crítica.

5) En este sentido, el estudiante NO SABE ESTUDIAR la información que adquiere en ese vivir-diario ni de su plan de estudios. Es una pieza mecánica dirigida a la división del conocimiento en ciertos rubros. Su atención es dirigida a la repetición del lenguaje y no a la comprensión del sistema-mundo. Su mismo “plan de estudios” (nacionalista, positivo, chovinista, tecnocrático) es una barrera que obstaculiza el desarrollo cognitivo en cualquier nivel de aprendizaje o cualquier actividad humana más allá de la academia.

6) Adulador del aula de la escuela como su único espacio de acción, de la moral familiar y un pensamiento ciudadanista, repudiará mecánicamente aquellas situaciones que se gesten fuera de su lógica urbana. Los levantamientos políticos y todo tipo de sabotaje al Estado-Capital; toda ruptura con el sistema jurídico; toda “utopía” comunal y la subversión ante cualquier mecanismo de autoridad coercitiva, las considerará como actos extraterritoriales o de barbarie. ¡Ni hablar de Bookchin con ellos!

7) El estudiantilista -como el ciudadanista-, ignoran esa terrorífica sepa

ración entre el campo y la ciudad, la que Marx designa como la principal causa que desencadena en el surgimiento y perpetuación de la propiedad privada [2]. Mediocremente, en varias carreras profesionales del marco de las ciencias de la salud como Medicina, Optometría u Odontología, se realizan brigadas académicas (obligatorias) a los lugares más marginados del país, donde el estudiante se consagra como un superhéroe de la caridad a través de la aplicación de su campo de estudio con chequeos y revisiones gratuitas, pero nunca aplicará éste como un elemento para modificar radicalmente la estructura económica y totalitaria que propicia que se autodenomine como tal. Esto es el Teletón universitario.

8) EL ESTUDIANTE NO SE CUESTIONA A SÍ MISMO EN CUANTO A LA INTEGRIDAD DE SUS MÉTODOS, OBJETIVOS Y FINES DEL “ESTUDIAR”.


[1] “Es infecciosa porque se produce inmediatamente en el plano emotivo o afectivo. El contagio es una comunicación poshermenéutica, la cual no da propiamente nada a leer o a pensar”, escribe Byung-Chul –En El Enjambre- para relacionar a la era digital como la estancia en un “enjambre de masas”.

[2] La exageración de la posición histórica de estar en el siglo XXI, omite la importancia del papel productivo de los trabajos agrícolas y derivados. Si la economía moderna se ha basado en la mercantilización de las vías de movilidad en la ciudad a costa de la materias primas del campo, es decir, que la ciudad sea la actividad mercantil y el campo se subordine como producto, la explicación de Marx en su Ideología Alemana de que división del trabajo y propiedad privada son expresiones idénticas, resulta totalmente acertada.

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