Louis Althusser
“Sobre el Fenómeno Actual de la “Moda”, (2013)
Publicado en: Décalages: Vol. 1: Iss. 4.
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Traducción: Juan Pedro García del Campo
Sin pretender ni un instante presentar siquiera un “elemento” para una teoría general de la moda, querría enunciar algunas notas superficiales sobre las razones de la difusión masiva en la juventud de las formas actuales de la moda -difusión = “ligadura” en el que se dice que una mayonesa “liga” (1)-.
Evidentemente, rechazo dos tipos corrientes de explicación: primero; la explicación por la fantasía, la necesidad de cambio, la imaginación (en este caso de la juventud), etc. y segundo; la explicación puramente economicista: por la competencia entre diseñadores por la conquista y la renovación del mercado, por su conquista por su renovación (incluso teniendo en cuenta que la competencia económica hace intervenir tipos de diseñadores capitalistas de diferente modelo: grandes casas y diseñadores medios y formas actuales o recientes de la competencia: vestidos firmados, alta costura de amplia difusión, prêt-à-porter, etc.).
La primera explicación es psicologicista y tautológica: no explica nada. La segunda explicación explica todo… salvo el éxito de las formas de la moda que efectivamente tienen éxito. Parto de un principio que aquí no será justificado sino únicamente ilustrado. Este principio puede enunciarse como sigue: el éxito, la difusión, la “ligadura”, por tanto, de formas definidas de una moda nueva, son un fenómeno, un efecto, ideológicos. Para entender lo que sucede en la vida corriente, para entender lo que se “ex”hibe en las calles del Barrio Latino y un poco por todas partes en Europa y en el mundo en cuestión de vestimenta, hay que remontarse a esa “causa” ideológica y definirla tanto como sea posible. Nota: limitando la investigación a esta causa (ideológica) y a sus efectos no se pierden de vista otras determinaciones, sin las cuales lo que se va a describir sólo sería inteligible parcialmente (no se pierde de vista el encuentro entre esta causa ideológica y los mecanismos de la búsqueda de beneficio en el mercado mundial; tampoco se pierde de vista que esa causa ideológica definida es sólo un caso particular de la eficacia de la ideología en general sobre las formas de la moda como tal; no se pierde de vista: pero no siendo posible decirlo todo a la vez, no se habla de ello).
¿Qué sucede, pues, con esta “causa” ideológica? Creo que básicamente podemos sostener algo como lo siguiente. Partiremos de un hecho: que los fenómenos de la moda actual son notables por su difusión masiva en la juventud de todos los países capitalistas (¿y quizá en ciertos países “socialistas”?). Y partiremos de un principio: hay que considerar ese hecho como el resultado de todo un proceso en curso desde hace bastantes años.
Yo diría que la crisis del Imperialismo, marcada por la Segunda Guerra mundial, por las guerras de Liberación nacional y las guerras populares-socialistas desde la Segunda Guerra mundial y sus repercusiones en las luchas de clases en el seno de los países capitalistas, se ha traducido progresivamente (progresivamente: por una acumulación de hechos que terminan haciéndose importantes) en una conmoción muy profunda de los Aparatos Ideológicos de Estado a los que la juventud está (más o menos particularmente) sometida: ante todo por una conmoción del Aparato religioso, del Aparato familiar, del Aparato escolar y del Aparato cultural. Añadiría que debido a la no-explicación radical de esas causas del período estalinista, a la evolución reformista (bajo formas de gobierno aparentemente en contradicción con ese reformismo) de los países “socialistas”, a la crisis del movimiento comunista internacional, la Revolución Cultural, etc., la parte de los Aparatos Ideológicos de Estado que nos interesa (a saber, los partidos comunistas) ha experimentado también una conmoción considerable (que se percibe en su “seguidismo” y en su incapacidad para hacer frente a la situación, por resumir, a la crisis del Imperialismo y a la conmoción de los grandes Aparatos ideológicos de Estado de la burguesía).
El resultado se puede enunciar del siguiente modo: la juventud ha soportado los efectos de la conmoción de esos Aparatos Ideológicos de Estado (y es buena cosa), pero sin encontrar organización capaz de hacer frente a los efectos de esa conmoción, sin encontrar organización armada para transformar esa inquietud, ese “desencanto”, esa conmoción de los valores tradicionales, en acción. En resumen, la crisis de la juventud se ha expresado como revuelta (y no como revolución).
Este juicio debería ser matizado de forma considerable. Porque esta revuelta a menudo se ha realizado a la luz de movimientos revolucionarios reales, efectivamente existentes en el mundo: Cuba, Vietnam, China, la Revolución cultural. Sin embargo, la trasposición de esos modelos exóticos tomados prestados de países ya sea “subdesarrollados” o Comunistas en las condiciones de los países capitalistas resulta extremadamente difícil, y por razones que no dependen del azar (el pequeño Libro Rojo no puede ser aplicado directamente en Francia). Esta revuelta se quiere revolucionaria y se interrumpe a menudo (más pronto o más tarde) en el umbral de la simple revuelta: esa es toda la historia de los grupúsculos de después de Mayo del 68. Este fracaso (de los grupúsculos en su conjunto) aparecerá después como la prueba de la imposibilidad de importar formas exteriores a un país en el que las formas necesarias están ausentes (por razones histórico-políticas definidas).
Volvemos por debajo de este período reciente, porque sus causas mismas deben ser puestas en perspectiva, es decir, remitidas a un período más amplio: aquél al que se ha hecho alusión cuando hemos hablado de la conmoción de los Aparatos Ideológicos de Estado y de sus efectos sobre la juventud. Esta conmoción es bastante anterior a Mayo: ha producido efectos bastante anteriores a Mayo. Decía yo: efectos que son fundamentalmente efectos de revuelta o incluso efectos de liberación respecto de tales o tales valores, instituciones, órdenes o prohibiciones.
Tras haber dicho algo (para marcar al tiempo su carácter excepcional y sus límites implacables) de las formas superiores de esta revuelta, es decir, tras haber dicho algo sobre las formas de organización de Mayo o salidas de Mayo, estoy ahora obligado a referirme a las formas inferiores de esta revuelta, para llegar a la moda. Menciono sólo (pues haría falta un estudio serio de algo de lo que sólo tengo algunos recuerdos o índices) las “modas” que no son en el vestido y que durante un tiempo han reinado sobre la juventud. Por ejemplo, la mitología de la distinción de edades en Francia (los jóvenes opuestos a los viejos, a los “carrozas”, a los “no pasará el invierno”) etc., que no era más que un juego aunque muy sintomático (muy limitado en sus efectos). Por ejemplo, la moda de los cantantes new-look como Johnny Halliday en Francia (y sin duda muchos otros del mismo tipo, sin hablar de los Beatles que deben ser la bisagra), etc. En esas diferentes modas la juventud encontraba las formas (“culturales”) de su “liberación”, es decir, realizaba una ideología de la libertad-demarcación-rechazo-liberación. Pero se puede decir que, al mismo tiempo que la juventud “realizaba” esta ideología, esta ideología (de ese se trataba más bien) se realizaba en esas formas.
Si esta hipótesis no es arbitraria, puede aplicarse a la “moda” (en el vestir) actual. Varios rasgos son sorprendentes. El más sorprendente, sin duda, su difusión masiva y su contagio irresistible. Otro rasgo: esta moda no es uniforme. Al contrario: ofrece una extraordinaria variedad de formas, desde lo muy corto a lo muy largo, desde la distinción de sexos hasta su confusión, etc. Todo sucede como si, en la práctica todo individuo (jovencita o jovencito) viera que se le ofrece una elección hasta tal punto variada y contradictoria que encontrase ahí la figura misma de su libertad.
Por ese camino (la aparente desagregación de cualquier forma de vestir en la multiplicidad de sus variaciones barrocas) la ideología de la libertad de la juventud encuentra sus formas de realización. Por supuesto, como en toda revuelta, esta libertad es libertad contra: contra las formas convencionales de la ropa y del peinado, contra las formas convencionales de la distinción absoluta entre los sexos (por su forma de vestir y peinado) y, más allá de las formas clásicas, contra los rituales y las prácticas clásicas de la existencia cultural- cotidiana.
Esta forma de protesta/revuelta es a menudo bastante patética. Lo que más me sorprende es otra característica, de la que aún no he hablado pero de la que basta simplemente con observar el comportamiento de los jóvenes con sus nuevas ropas para darse cuenta. El hecho de que esta libertad es igual para todos. La protesta que se realiza en las formas indicadas es también una protesta contra una vieja fatalidad inscrita en las antiguas formas de la moda, la de la distinción entre belleza y fealdad. Es como si el hecho de ponerse la ropa de la nueva moda negara esa distinción, la negara en la práctica. Sea el que sea su talla o su rostro, es como si las chicas y los chicos adeptos a la nueva moda entrasen en un mundo en el que obtendrían una nueva apariencia, la única por la que podrían ser juzgados a partir de ese momento: la de su igualdad en la misma libertad.
Quizá por ahí podemos tomar mejor la medida a esta ideología o, más bien, a sus formas de existencia. No existe sólo en la moda en el vestir sino en la mirada y los gestos de esta moda, en un cierto ritual de comportamiento que va con esta moda. Ritual de comportamiento que es en primer lugar un comportamiento frente a los atributos de esta moda (la manera de hacer uso de tal o cual parte de la ropa) y de sus efectos (la manera de servirse del propio cuerpo vestido de una u otra forma); ritual de comportamiento que es también una forma de comportarse entre semejantes y frente a los otros. Ritual de comportamiento que está inscrito en toda una serie de prácticas, de modos de vida, que pueden tener que ver con una u otra institución existente (la Familia, la Escuela, etc.) o que pueden funcionar en el interior de nuevas relaciones-instituciones (cf. Los Hippies y otros).
***
Si estas observaciones no son imaginarias, merecerían en primer lugar ser comprobadas seriamente, y completadas. Pero en su simple estado presente, permitirían señalar:
1) Si el fenómeno de la “moda” en el vestir que se observa tiene esta excepcional extensión en la juventud y se centra en ella es por razones históricas que deben estar al menos a la altura del fenómeno – y no por debajo del mismo. Ejemplo: no bastaría con invocar la necesidad (la simple necesidad) de desafiar un tabú sexual para explicar el fenómeno de las minifaldas. Basta “ver” la forma en que las jóvenes se comportan frente a este modelo y a su cuerpo visible para convencerse de que ese desafío de un tabú es sólo la parte ínfima de un desafío más amplio en el que está presente, pero simbólicamente, y que, por tanto, le sobrepasa infinitamente.
2) Si el fenómeno de la “moda” en el vestir tiene razones históricas, sólo pueden ser razones históricas producidas por un proceso largo y no motivos repentinos (tal acontecimiento, tal inspiración): razones que involucran otros muchos “elementos”, “formas” y “realidades” que la simple moda en el vestir; razones y realidades “culturales” (habrá que estudiar las prácticas culturales de masas en su historia: los cantantes, la música de baile, etc.), razones y realidades “culturales” en otro sentido (las conmociones de los AIE de las que hemos hablado) y, en fin, razones y realidades políticas.
3) Si el fenómeno de la moda en el vestir actual tiene una “causa” ideológica, es, entonces, un efecto que, para ser comprendido, es preciso situar entre los demás efectos presentes o ausentes producidos por las condiciones que han hecho que esa “causa” sea eficaz. Es por eso por lo que he hablado de formas inferiores de revuelta por oposición a las “formas superiores” (haciendo alusión, por lo demás, a una aborción). Esto nos conduce necesariamente al análisis económico-político-ideológico de las condiciones generales del período histórico que ha visto nacer estas formas inferiores y superiores. Esta inserción tendría el interés de hacer aparecer las completudes y los vacíos de una situación histórica dada en la que los vacíos son tanto o más interesantes que las completudes. A partir de ese momento, el fenómeno de la moda actual en el vestir no es ya un hecho entre otros: posee, por el simple hecho de su establecimiento, un significado político diagnóstico preciso. Dicho de otro modo, plantea el problema de lo que debería ser una política cultural de masas no-burguesa, a partir de los elementos de diagnóstico que proporciona. Mejor aún: plantea el problema de saber lo que, desde el punto de vista de las masas, es la “cultura” (porque no tiene ningún interés saber lo que piensa de la cultura la “gente culta”, gentes que no son otra cosa que ideólogos de la clase dominante desde el momento en que se tienen por gente culta), de qué está “hecha” esta cultura, cuáles son en realidad los elementos determinantes de esta “cultura” y cómo cortocircuitarlos desde un punto de vista proletario.
Nota: Lo que hay de patético en lo que muestra este fenómeno de la moda actual (en la juventud) y en la protesta y la aspiración ideológicas que le están unidas, es la siguiente contradicción:
a) Su positividad
b) Su impotencia.
Su positividad. No se la puede comprender (esta protesta/aspiración: en pocas palabras, sus rechazos y sus esperanzas) si no se la pone en relación con toda otra serie de hechos que han culminado en Mayo y que subsisten bajo la derrota del período actual. Efectivamente, no se puede concluir de la desafección (prácticamente ineluctable) de los grupúsculos el desaliento y la desesperanza de esta juventud. No es sólo que el resto del mundo, de Cuba a China, pasando por Vietnam y Palestina, le ofrezcan aún razones para perseverar en el coraje y la esperanza; no es sólo porque los países capitalistas, formando parte de un incendio que no pueden apagar, dejen a esta juventud (también en las Écoles, pese a las medidas represivas en vigor) suficiente espacio para que organice la existencia de sus “sueños”. Es porque la descomposición de los AIE del mundo capitalista produce necesariamente esta revuelta y porque esta descomposición, que es irreversible, ya no se detendrá y no dejará de acentuarse; es porque entre los efectos de esta descomposición de los AIE de los países capitalistas y, por otro lado, la lucha de clases mundial (y nacional) hay relaciones objetivas que, de alguna manera, a pesar de todos los obstáculos y de todas las deformaciones, son experimentadas con mayor o menor oscuridad, de forma más o menos confusa, pero, en cualquier caso, son experimentadas. Por todas esas razones, en su principio, la reacción ideológica de protesta/aspiración de esta juventud es profundamente positiva.
Por eso sólo secundariamente se señalarán los elementos negativos que pueden manchar tal o cual reacción ideológica. En lo que concierne a la moda mencionada (¿y de manera más general a otros fenómenos culturales?), los aspectos evidentemente pequeñoburgueses, que son los de la mayor parte de las formas de revuelta, de desafío, y de una manera general de realización de la “libertad” en prácticas igualmente simbólicas, pudiendo llegar hasta la negación de los objetivos perseguidos.
Su impotencia. No podemos dejar de señalar el “juego” objetivo que se ha podido observar (y que aún es observable) entre diferentes formas de realización de esta protesta/aspiración. Pasamos de Mayo a la moda. La moda (y otros fenómenos culturales colaterales) puede, desde este punto de vista, ser concebida como una forma inferior, una forma de reemplazo, una forma de sustitución de formas de realización más elevadas (políticas). Es decir, en el límite (y es ciertamente el caso de toda una franja ¿quizá más? de esta juventud) como un “Ersatz imaginario”, como una compensación por el fracaso de las formas políticas, compensación imaginaria. Se puede incluso decir que entonces, para toda una parte, la moda funciona en la forma clásica funcionando a la vez en esta forma imaginaria: índice de discriminación, de distinción, de reconocimiento-distinción como coartada de la realización de la libertad.
Si hay que tomar en serio esta limitación, hay que preguntarse ¿por qué esta impotencia? Hay que considerar varias razones.
1) La juventud en sí no existe. No se puede hablar de la juventud sin considerar las clases sociales de las que es resultado. Pero en los fenómenos considerados, la juventud que parece tener la mayor participación y el papel dirigente es la juventud urbana y, además, de las grandes ciudades, lo que no sería una determinación social si no se añadiera que es mayoritariamente pequeñoburguesa (por incierto que sea ese término) y burguesa, o sometida a la influencia ideológica pequeñoburguesa. La ideología de la revuelta, de la liberación y del desafío encontraría su sentido y sus límites en la ideología pequeñoburguesa.
2) Creo que eso no es suficiente. No sólo porque no se puede hacer abstracción de la juventud obrera (urbana también ella), sino porque lo que es muy remarcable de toda una serie de fenómenos contemporáneos es su extensión-contagio (Mayo es el ejemplo más célebre). Evocaré por tanto otra “causa” de la impotencia en cuestión. Tiene que ver con la misma causa que ha sido invocada: los AIE sacudidos. Ahí estamos ante realidades que no han sido estudiadas o que han sido mal estudiadas (al menos que yo sepa). ¿Qué significa que un AIE sea sacudido? ¿Qué quería decir Marx en El manifiesto cuando anunciaba la “disolución” de la Familia burguesa? ¿Qué significa la conmoción del Aparato escolar? La experiencia muestra que esos Aparatos poseen una extraordinaria resistencia y extraordinarios recursos de permanencia y recuperación, así como prodigiosas capacidades para disfrazar su conservación con la apariencia de renovación (cf. la ley de Orientación de E. Faure). En otros términos, la revolución contra los AIE se ejerce en formas que, pese al extremismo que muestran, sólo llegan a romper el “cordón umbilical” que las ata a la ideología en cuestión a costa de infinitas dificultades. Señalé que habrían hecho falta muchos años para que el proceso de conmoción de los AIE produjera efectos visibles. Se puede añadir que incluso cuando esos efectos se hacen visibles, esconden otros efectos que, esta vez, son de conservación. Si los AIE en cuestión son el medio inmediato en el que vive la juventud, es su ideología la que pesa sobre dicha juventud, incluso sobre las formas de su revuelta, incluso sobre el sentido de su revuelta. Una simple comparación nos permitiría aquí hacer un balance de los hechos. Lenin en la URSS a propósito de la Escuela (cf. Krupskaya) y Mao en China a propósito de la revolución cultural han insistido sobre la larga lucha (de años y años) indispensable para revolucionar los viejos AIE. Y esas declaraciones se hicieron a propósito de países socialistas. Dan una idea de los límites de lo que podríamos llamar la conmoción de los AIE en países aún capitalistas. Esta conmoción, vivida por muchos como radical/definitiva y, por tanto, revolucionaria en poco tiempo, no puede ser sino muy limitada si consideramos la realidad objetiva. Que sea muy importante no significa que no sea muy limitada. Igualmente limitados son sus efectos sobre la “conciencia” de la juventud, incluso si ella vive esos efectos limitados en la forma del extremismo: no siendo esta forma del extremismo sino la otra cara de este límite y lo que permite soportarla, salvando todas las proporciones, en su denegación.
3) Para ir al fondo de las cosas, los efectos (incluso limitados) de semejante conmoción no pueden recibir su sentido y su uso, no pueden transformarse de suelo a realidad, de revuelta a actividad revolucionaria, sino por el partido comunista. Por su justa inscripción en la actividad revolucionaria del PC, los efectos limitados indicados pueden sobrepasar sus límites y sobreponerse a su impotencia. Para que se inscriban en la actividad del P es preciso, 1; que su causa sea conocida-reconocida, 2; que se les haga un lugar en las actividades del pc: su lugar. De ese punto de vista, podemos decir que las cosas ya no dependen de la juventud, sino del pc mismo. Dependen de su política general, que se refleja finalmente en su política frente a los AIE, a la juventud y a los “problemas culturales”. Pero esta cuestión precisaría todo un desarrollo.
(1) Con “ligadura” y “ligar” pretendemos traducir el juego semántico entre “prise” y “prend” (“prise” au sens où une mayonnaise “prend”) que Althusser utiliza aquí y en otros lugares (en los textos sobre el “materialismo aleatorio”, por ejemplo). (N. de T.)
Publicado el 14 de Junio de 2015 en:
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