Una visión anarquista a la cotidianidad y explotación de los Juegos Olímpicos en Brasil

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Para algunos, los Juegos Olímpicos son un lujoso negocio, espectáculo y “orgullo” patriótico al ganar cualquier medalla a nombre de tal o cual nación; para la mayoría, son exclusión racial y de género -en el caso de las mujeres, por el sometimiento a sustancias que ‘retrasan’ la menstruación y la constante cosificación de sus cuerpos, incluso en transmisiones en vivo-, hegemonía y explotación generalizada, en especial para el pueblo brasileño que se encuentra en una crisis político-económica por el aumento del precio de los transportes públicos, la precarización laboral y el endeudamiento millonario que es producto de la construcción infraestructural de la Copa del Mundo de 2014 y ahora, este espectáculo -a la manera de Guy Debord- olímpico.

Compartimos el análisis y descripción del ambiente vivido en Brasil en este artículo de los compañeros de Flecheira Libertária, brutal -como crítica y llamamiento al cambio- para el rebaño mundializado que especta entusiastamente el televisor.

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Traducción:

¡Medalla de Bronce!

En mayo del año pasado, un gimnasta posteo un video en su cuenta de Snapchat humillando a un colega negro de la selección brasileña. En el video comparaba el color de la piel del negro a la pantalla rota de un célular o a una bolsa de basura. En ese momento, la CBG (Federación Brasileña de Gimnasia) suspendió a algunos atletas durante 30 días y prohibió al negro comentar publicamente sobre el caso. Ese gimnasta negro -6 veces campeón brasileño y campeón del mundo en 2015- no fue convocado para los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Su colega racista si lo fue, alcanzando el tercer lugar en la competición masculina en solitario. Después de ganar la medalla, los medios masivos de difusión elogiaron la “reaparición” del atleta. Su entrenador, con el fin de apaciguar la situación, dijo: “No hay que volver sobre algo malo (…) fue probada en el juicio que se trataba de una broma.” Los atletas entrenan juntos en un club de élite en São Paulo, donde se exige a las niñeras negras llevar ropas blancas, para no confundirse con los socios; y las empleadas negras o “casi negras de tan pobres”, están obligados a abrir sus bolsos al final del día “para que otro empleado negro o casi negro se asegure que nada fue robado”. En el club, además de gimnasia, los atletas practican su racismo. El efecto es el siguiente: el atleta sargento blanco humilla al negro, que permanece en silencio.

Victoria de la moral

Un periodista británico, que cubría los Juegos Olímpicos, publicó un artículo exponiendo el nombre de los atletas masculinos que están disponibles para reunirse con otros hombres en “apps” como Tinder y Grindr. el artículo controversial fue retirada por el equipo del sitio web que lo había publicado, que se disculpó y dijo que allí se apoya la “voz lgbt”. El mayor argumento en contra de lo difundido por el periodista fue que en algunos países competidores la homosexualidad es un delito, como Tonga, donde las prácticas homosexuales pueden conducir a un máximo de diez años de prisión. el periodista publicó una foto desnuda de un nadador gay del equipo de ese país, provocando una reacción que lo obligó a dejar de cubrir los Juegos Olímpicos y volver muy calladito a casa. Hubo un trillón de controvertidas y políticamente correctos excusas buscando reforzar el buen comportamiento y la moral. Mientras tanto, dentro y fuera del closet todo sigue como de costumbre.

Inclusión de la miseria

Con la llegada de los Juegos Olímpicos, se intensificaron las operaciones conocidas como “caça-tralha” en la ciudad de Río de Janeiro. Funcionarios de la ciudad roban las pertenencias de las personas sin hogar y las arrojan lo más lejos posible. Para el Estado, el uso de su violencia sigue siendo una prioridad en el tratamiento de éstos indeseables. Ellos son asunto para ser atendido principalmente por ONG’s y el sector privado, como “vulnerables” y por lo tanto “carentes de oportunidades”. El modelo “oenegero” británico de corral para miserables, creado en los anteriores Juegos Olímpicos, se estableció en Río de Janeiro y se presenta en los llamados espacios nobles de la ciudad. La inclusión es rentable en términos económicos y explica la utilidad y la eficacia de la miseria como diferente identidad que potencia la existencia rutinaria de esas personas.

Sin las banderitas para sacudir

La semana pasada, mientras que mucho se ha comentado sobre los letreros y las camisas contra el delegado de Jaburu [como se conoce al presidente encargado Michel Temer] cuando se muestran en los estadios y escenarioss Olímpicos, se produjo una protesta vital en Tijuca [sector de Rio donde se concentran las instalaciones olímpicas]. Ese hecho no ha pasado el desapercibido. Y fue allí, en la plaza de Sans Peña, en la ruta el Maracaná, donde algunos jóvenes enmascarados se enfrentaron con la policía y prendieron fuego a las banderas de Brasil y de los Juegos Olímpicos. El acto no tiene paralelo. Algunos cuerpos, no importa cuántos, no negocian su vitalidad. La protesta tenía como objetivo llegar al Maracaná, el ex mayor estadio de fútbol en el mundo. Maracaná quiere decir en Tupi “como un sonajero”. Ese es sonido de los disturbios y de la revuelta.

Una cuestión de imagen

Menos de un mes despues de la primera indicación, nuevamente un general es sugerido como posible presidente de FUNAI (ente oficial de asuntos indígenas). La justificación ahora, según las autoridades, es que el nuevo candidato “posee origen indígena. Según molitantes y analistas, el chance de este candidato para asumir el cargo es pequeño. Poco importa. en Brasil, despues de décadas de dictaduras, persecusiones, prisiones, torturas, asesinatos, la simple indicación de un militar para cualquier cargo, la segunda en un corto espacio de tiempo, es inaceptable. Ahora, de modo politicamente correcto, pretenden asomar un militar con fachada de “indigena-capitão-do-mato.”.


[Tomado del boletín electrónico semanal Flecheira Libertária # 445, São Paulo, 16 de  agosto de 2016. Número accesible en . Traducido del portugués por Redacción de El Libertario.]

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