Sobre el periodismo revolucionario (y la revolución informativa que viene…)

Leopoldo+Méndez.+Homenaje+a+José+Guadalupe+Posada,1953.+Linografía.+Museo+Nacional+de+Arte,+INBA.Leopoldo+Méndez.+Homenaje+a+José+Guadalupe+Posada,1953.+Linografía.+Museo+Nacional+de+Arte,+INBA.

Demián Revart

Quienes se sienten apasionados por la difusión de la palabra y del momento deambulan entre la creación y la libertad, ¿qué se puede hacer con estos dos ingredientes sociales?: periodismo. Más allá del vitalismo y la infancia de la que todos procedemos para posicionar a nuestra libertad como proyecto, el acto creativo es elegir ese sentido de vida para historiar mediante la nota, la imagen y el hit del momento.

Si la sociedad contemporánea nos ha educado para producir en serie, la afrenta es lograr serializar la creación. El autorretrato escrito de las memorias de la vida de un periodista son a la vez las claves de la memoria para discernir la izquierda de la derecha (y no sólo en el espectro político), sino, en el camino para diferenciar las pasiones libertarias de un compromiso objetivo, que en palabras de Lucio Cabañas, sin saberlo ejercemos un “ser, hacer y estar con el pueblo”. En el periodismo revolucionario no hay tintas de izquierda o derecha, estas son imparciales, chorreantes de la esencia del periodista y nacen de su pluma desde abajo.

En este sentido, el periodista que no pretender modificar las condiciones de la realidad estará destinado a ser un objeto-periódico, y no el sujeto activo de estos. Si el arte de escribi es eminente, el resultado de la obra de arte no es autónoma por sí misma, necesita ‘afuerzas’, una relación psíquica con el espectador u oyente que diga “sí, esto conmueve mis entrañas” ó “esto es entendible y debo rolarlo”, mismo caso con el periodista; la nota escrita o la crónica carecen de valor alguno sino posiciona al lector dentro del contexto o el fenómeno, dentro de un imaginario textual donde se entienda lo que se escriba y se piensa con el apellido de verdad objetiva.

El periodismo no pasa por las aulas ni por ninguna facultad que pretenda enseñar la especialización de conocer el mundo. Es por esto que, todo proyecto social llega a tildar sus contradicciones cuando espera un “tiempo y espacio académicos” para desarrollarse estructuralmente. El periodismo es el hermano menor del oficio de historiador: es la historia pragmática. Me han dicho practicantes del estudio, desde las ciencias exactas hasta las humanidades, que uno no puede “ser lo que estudia” hasta no titularse y lograr obtener un papelito hecho remedo, ante esto, quienes ejercen este periodismo pramático, habrán de cerciorarse que han sido periodistas a medias desde su infancia. Para ser de ‘tiempo completo’, sólo hemos extraviado el  acto de escribir las vivencias. ¿Pero cuál es el periodista que hace periodismo forjador de historia?, el que logra mediante sus notas periodísticas escribir a la vez páginas en la historia, que va desde el editor, el impresor, el distribuidor y hasta el crítico rabioso: ¡todo un acto de desenvolvimiento social!

¿Dónde quedaron las influencias de Julio Antonio Mella, Ricardo Flores Magón, Praxedis Guerrero, Frantz Fanon o Emma Goldman?, justamente en el imaginario de violencia de un país en guerra; en el cementerio (u olvidados e alguna fosa común del franquismo) y no sólo ellos, sino también centenas y miles de fotógrafos y periodistas que sin la intención, han incomodado a la dictadura mundial de la democracia.

Estas reflexiones escuetas, tienen la tarea de convertirse en una influencia para los lectores a los que se les dedique la tarea de modificar el existente. ¿Qué falta para ello!, ¡salir en búsqueda de conocimiento social! Este se encuentra en pequeñas porciones en la internet, Wikipedia y bibliotecas. El conocimiento tan anhleado para el periodista (y sus empresas enviciadoras) nace de la palabra y las creencias directas de ‘el pueblo’. El buen periodista a la vez es un niño inquieto con la lengua traqueteada de tantas dudas: 1) de simple aprehensión de la noticia; ¿qué, cómo, cuándo, dónde? 2) epistemológicas; ¿qué relación tiene el objeto, la persona y el hecho-causa de la noticia? y 3) pragmática; ¿qué sigue tras esto?

Así como se disfrazan las oficinistas y artistas pop, uno puede maquillar lo que ve sin necesidad de que sea falso, pero lo inmanente del objeto se pierde cuando el espectáculo de informar nace de un espacio en donde no hay sujeto de la noticia. Para esto, el pensamiento reflexivo hace un llamado (desde la unidad y la división), para hacer periodismo como si se tratase de uno mismo. Aquí hay falsas dicotomías a mucha honra: ni individuo ni pueblo: historia de facto.

Pronto, una nueva generación tomará por mano propia su derecho a negar la interpretación de su trabajo periodístico, porque tras las vivencias y reflexiones, sólo tendrá la responsabilidad de revolucionar el mundo y no de perder el tiempo en hacerse la pregunta: ¿qué es el periodismo y cómo me doy cuenta de que seré una buena periodista?

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