Una santa anti-gentrificadora en la CDMX (sobre la resistencia en la Colonia Juárez)

Ruptura Colectiva (RC)

Recientemente, los diarios internacionales El Pais y The Huffington Post, echaron su mirada sobre el proceso de blanqueamiento por despojo (un elemento activo de la gentrificación en la Ciudad de México) que está afectando enormemente a los vecinos de la Colonia Juárez al centro de la capital.

Su participación deliberativa y fuertemente agitacional en la lucha contra el “Corredor Cultural Chapultepec” les hizo ver que afrontar la usurpación del espacio público y la vivienda puede confrontarse trazando alianzas con otros barrios, la prensa -ética-, la academia y distintas organizaciones sociales, que ahora contemplan la defensa del territorio no sólo en la histórica defensa de la tierra de los pueblos y sus recursos naturales, sino también en el territorio urbano entendiendo como el espacio-común donde uno se desenvuelve.

Peculiarmente, los barrios de la centralidad han creado un imaginario de resistencia en torno a una deidad antigentrificadora: Santa Mari La Juaricua. Es un proyecto artístico y simbólico que, en voz de varios vecinos, se les ha aparecido para defenderlos de los desalojos, despojos y de distintos personajes al servicio de los cárteles inmobiliarios que rompen el tejido social entre los directamente afectados.

Reproducimos el artículo “Una santa anti-gentrificadora en la Ciudad de México” del investigador Víctor Delgadillo, publicado en El Diario que sintetiza de manera muy puntual algunos conceptos, dinámicas y aspectos de la lucha en la Juárez.

La colonia Juárez, en Ciudad de México, está en plena gentrificación.

La colonia Juárez, en Ciudad de México, está en plena gentrificación. Victor Delgadillo.

Víctor Delgadillo

Una a una, las viviendas y casas de la colonia Juárez van siendo rehabilitadas para destinarlas al consumo de gente de piel más blanca y con mayores ingresos; los edificios antiguos son sustituidos o remozados (blanqueados dicen los residentes de ese barrio) y destinados a usos “modernos”; los tradicionales negocios de auto partes están siendo comprados por inversionistas, para sustituirlos por lofts; cada vez más se están abriendo nuevos negocios gourmet y bares; y van apareciendo más centros culturales gestionados por “creativos” jóvenes locales o extranjeros. Pero no es la traducción de los archi-conocidos párrafos de Ruth Glass lo que aquí estamos reproduciendo, sino los comentarios de Sergio González, un habitante y activista por permanecer en su barrio, quien nos narra la radical transformación de su barrio.

La colonia Juárez es un barrio central ubicado al sur del Paseo de la Reforma (la histórica avenida moderna donde ahora se multiplican enormes torres de oficinas y departamentos) y al norte de la avenida Chapultepec, el ex acueducto prehispánico y colonial de la Ciudad de México. La Juárez fue creada a fines del siglo XIX como barrio de las élites: allí se construyeron mansiones y embajadas en estilos eclécticos. El barrio sufrió un proceso de transformación hacia la mitad del siglo XX, cuando en una parte se creó la Zona Rosa como distrito de entretenimiento nocturno. Los sismos de 1985 aceleraron la obsolescencia física y el éxodo de clases medias, pero al mismo tiempo permitieron la llegada de nuevos habitantes de ingresos menores. A partir del año 2000, la “izquierda” que gobierna la capital mexicana comenzó a impulsar una política de desarrollo urbano centrípeto bajo distintos nombres: el Bando 2 (2000-2006), el desarrollo urbano intensivo (2006-2012) o la ciudad compacta (2012-2018). Desde entonces este barrio es objeto de una disputa desigual entre diversos inversionistas, el gobierno local y la población residente.

Los desalojos directos e indirectos se multiplican, a través del incremento de rentas, la no renovación de contratos de alquiler, juicios de desahucio, etcétera. Los residentes activistas denuncian al llamado “cartel inmobiliario” de la Ciudad de México, integrado por inversionistas y funcionarios públicos, quienes tienen una estrategia clara para el despojo de inmuebles en donde su propietario murió o no aparece, cuentan con abogados a su servicio y blanquean inversiones de dudosa procedencia. Así, en el barrio se multiplican edificios de lofts, barberías hippsters, boutiques caninas, galerías de arte, tiendas vintage, restaurantes gourmet y toda una oferta gastronómica y de servicios dirigida a los nuevos residentes y usuarios de mayores ingresos.

Este barrio se caracteriza por una rica herencia urbana y arquitectónica, que a veces es preservada e incorporada a los circuitos de consumo de los nuevos residentes de mayores ingresos; y muchas otras veces estorba a los inversionistas, porque impide la captura de mayores rentas urbanas con edificios de mayores alturas. Así que a menudo, de la noche a la mañana, varios inmuebles abandonados o sub-utilizados, que no se encontraban en malas condiciones físicas, amanecen destruidos o parcialmente destruidos, por lo que se demanda la autorización de su demolición completa ante el “riesgo de derrumbe” que representan para transeúntes e inmuebles vecinos. En los últimos cinco años tenemos constancia de al menos doce de estos casos, algunos de esos predios funcionan ahora como playas de estacionamiento. La autopsia de estos derrumbes corroboraría nuestra hipótesis de “destrucción creativa”.

La lucha de los “juaricas” (como se hacen llamar los vecinos de la Juárez) por permanecer en su barrio ha rendido algunas victorias, como la fuerte oposición que emprendieron contra la construcción del llamado “Corredor Cultural Chapultepec”, un mega-proyecto que en el discurso creaba un enorme espacio público lineal en segundo piso y resolvería los problemas viales, además de “recuperar” un espacio abandonado; pero que en la práctica constituía un enorme centro comercial a lo largo de esa vialidad. En revancha contra el fracaso de ese negocio inmobiliario, el gobierno de la Ciudad de México realiza actualmente el mega-proyecto Centro de Transferencia Modal CETRAM – Chapultepec, en el límite poniente del barrio, para ordenar la interconexión de las modalidades de transporte público que allí confluyen (autobuses, microbuses, taxis y metro); pero también incluye una torre de oficinas de 40 pisos, un hotel y un centro comercial. Se trata de una obra concesionaria al sector privado por un período de 40 años, así que esta obra a la ciudad “no le cuesta nada”.

La lucha de estos colectivos sociales recientemente es acompañada por una santa, que -según vecinos de este y otros barrios- se ha aparecido, ha impedido desalojos y ha apoyado a la gente en su lucha contra nuevos desarrollos inmobiliarios. Ya hay en la colonia Juárez, en una ventanita de la calle General Prim número 28, un altar con una imagen de Santa Mari La Juarica, que fue montada por unos artistas en el marco de mega evento cultural (Zona MACO México Arte Contemporáneo) que en parte se desarrolló y no por azar, en la colonia Juárez. Este altar, además de la imagen reconstruida a partir de descripciones de quienes dicen que se les ha aparecido, incluye un rezo que en sus párrafos iniciales dice:

Santa Mari La Juarica, patrona y madre, santa y niña, protectora contra la gentrificación. Sálvame de las malas prácticas, líbrame del desplazamiento, del desalojo, del incremento de la renta, del alza desmedida del [impuesto] predial, del voraz casero, del mal inmobiliario. ¡Sálvame de la gentrificación!

En un país mayoritariamente católico, en donde hasta las clases medias e ilustradas demuestran respeto y devoción por la virgen de Guadalupe, la virgen morena, el estandarte del movimiento de Independencia en 1810, no es casual que artistas y activistas sociales recurran en su estrategia de lucha y resistencia a la creación de mitos, como el del aparecimiento de esta santa. A Santa Mari La Juarica ya le adjudican milagros puntuales, como la detención de desalojos y el cancelamiento del megaproyecto “Corredor Cultural Chapultepec”. A ella le imploran que los cure del “blanqueamiento social”, que es como los juaricas suelen llamar a la gentrificación.


* Víctor Delgadillo es profesor e investigador en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) y posgraduado en Urbanismo por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Coordinador del Nodo UACM de la red de investigación Contested Cities (2012-2016).

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