Arnoldo Díaz
En un país donde se nos criminaliza simplemente por existir, la vida de lxs jóvenes se ve amenazada día con día por las instituciones que juraron protegernos. La policía y la cárcel son las principales instituciones del sistema para mantener bajo control a la sociedad y exterminar a aquellxs que representen un peligro para el orden establecido. La implicación de la policía y el ejército en las masacres recientes en nuestro país abren la necesidad de repensar y criticar la visión que tenemos de “los protectores de la paz y el orden”.
¿Es la policía una institución encargada de administrar justicia? ¿Qué tipo de justicia? ¿Un mundo sin policía es posible? ¿Qué podemos hacer para eliminar esta fuerza represiva?
Para resolver estas cuestiones es vital recurrir y revisar las propuestas críticas generadas en nuestras ciudades, producciones radicales que se nutren de la práctica y la teoría. Por esto, reproducimos a continuación una entrevista con el compañero Demián Revart, autor del libro “Hermenéutica de las Prisiones”, el cuál ha sido comentado y discutido en diversos medios anarquistas y anticapitalistas de México y América Latina.
La entrevista que a continuación les presentamos tiene como objetivo profundizar en las reflexiones y propuestas del autor sobre el fragmento del libro antes mencionado, el cual lleva por título La inutilidad de la policía: Apuntes sobre la historia y el concepto de la policía siendo la edición de Ediciones Ex Nihilo, –que aparece junto al texto de Massimo Passamani La Cárcel y su Mundo: Reflexiones para una sociedad sin jaulas– la referida en éste texto.
El texto puede encontrarse en la siguiente liga:
Uno de los elementos que considero muy valioso es la crítica que haces al trabajo intelectual que hasta hoy sigue siendo referente para el estudio del castigo y el sistema de justicia, por citar tus ejemplos podemos ver esta tendencia en Foucault, Sartre, Derrida y lo que se ha generado siguiendo sus reflexiones, las cuales colocan como prioridad la estructura del poder político y no la aplicación de ésta. ¿Qué implicaciones tiene el partir del análisis de la política aplicada a las calles?
Antes de comenzar a tirar la crítica armada –de argumentaciones-, agradezco que los compañeros de Monterrey eligieran este texto y a su autor para realizar esta entrevista. Estoy agradecido.
Para tirar la primera piedra, pienso que las implicaciones políticas de Sartre fueron más un símbolo por ser el portavoz del grupúsculo filosófico de moda en los 60’s y 70’s, que un ser-activo en la denuncia de esos mecanismos de poder. El ejemplo que enuncio es más bien a ese amor vigilante y dominante que predomina en una relación afectiva. En sus mismos cauces, termina convirtiéndose en un “amor policial”, porque vigila, observa y entrega reportes cada que hay una problemática en las ‘calles de la pasión o la infidelidad’. En Derrida es lo mismo pero desde el psicoanálisis.
Los méritos de denunciar desde lo teorético y alzar, por lo menos, la voz en contra de los sistemas de poder, es algo que admiro mucho, a comparación de otros ‘giros’ como el decolonialismo, la teoría crítica, el educacionismo y sus respectivos autores, que están acumulando diluvios de textos en lugar de una responsabilidad directa e incidente con los movimientos sociales.
Foucault habla en una entrevista de 1977 sobre que “la justicia está diseñada para que la policía funcione”, es decir, que la policía antecede a los juzgados. En efecto, hay una informalidad jurídica fuera de lo legislativo en la creación histórica de la policía.
Al inicio de mi ensayo, hablo de una expresión gráfica –y no tan ilusa- para imaginar el origen de la policía: un grupo de egos se fusionan (así nace el Estado primitivo), se hacen con los medios de producción, las herramientas y las tierras, y convencen a un grupo no tan inteligente de vigilar las nuevas posesiones, con la orden de usar la fuerza para quien siquiera las pise. A eso me refiero con la “política” aplicada al momento; no es una bio-política, simplemente la manera práctica en la que la policía hace uso de la política y el derecho que son fabricados por los distintos poderes estatales.
En todos los países que he visitado, existe la misma sensación de vigilancia e inseguridad cuando, en nuestra tarea de periodistas o luchadores sociales, hay un grupo de policías, antimotines o granaderos rondando las calles.
Esa es la política aplicada en las calles, que posteriormente se maquilla en los juzgados para hacerse valer como algo ‘formal’. De esta forma, el análisis desde la estructura se vuelve una quimera, al olvidar la subjetividad inmediata que representa el policía o el funcionario público en las calles.
Más adelante en el texto, posicionas la hipótesis del proceso de cambio entre la concepción de “orden público” del siglo XIX y la conciencia de la práctica policiaca a través del internet en el siglo XXI. Abusos policiacos y demás horrores del sistema son ahora contenido viral, pero ¿Cómo identificar cuando la viralización transgrede la concepción día a día de los sectores más afectados por las fuerzas de la ley y no solo se quedan atrapados en la memoria cibernética?
Pienso que existe una conciencia fisurada. Por una parte, la sociedad le tiene un cierto repudio a la policía por las prácticas tan cotidianas que nunca nos van a enseñar en la escuela (¡debería existir una escuela para saber como afrontar el pago de luz, la hipoteca, el currículum vitae y los intentos de mordida!), como lo son las infracciones viales –y su terrible ‘corralón’-, su papel en conflictos del interés privado, etc., y en gran medida también, por los abusos policiales de sus funcionarios más pedantes, violentos e inexperimentados para ese puesto.
Sin embargo –y como lo esbozo en la parte de “El paternalismo policial y el ‘derecho privado’”- el ciudadano sigue dependiente de la policía como guardián del ordenamiento urbano. Por otra parte, los acontecimientos de Ferguson en 2015, Baltimore 2015 y los más recientes en Charlotte de 2016, todos en Estados Unidos, muestran la cara más directa de esa violencia policial, así como videos donde policías detienen a ciclistas, conductores y artistas en la calle, involucran una conciencia más crítica que el elemento cibernético de la imagen; las detenciones, toletazos y demás abusos son formas que la gente ya conoce y son normalizadas para ella.
No es utópico. Hay que ofrecer alternativas vecinales-barriales y comunitarias para que la gente vigile sus territorios y barrios. Venga, esto se dará poco a poco.
El concepto que se presenta como clave para la comprensión de la reflexión anarquista que propones es el de violencias no-volitivas ¿Podrías explicar que es a lo que llamas violencia no-volitiva y esbozar herramientas para identificarla?
No es una reflexión anarquista. El estudio de las dinámicas históricas y las experiencias directas nos muestran la careta oficial de la violencia institucionalizada con los grupos porriles, la represión selectiva, el narcotráfico, el paramilitarismo y los distintos niveles de la policía. No es necesario adjudicarse tal o cual ideología para entender estos mecanismos.
Los niños olvidados de los banlieusards (suburbios de las periferias en Francia), como “El Canaca”, han entendido la violencia policial sin necesidad de leerse un libro de post-anarquismo o de Pierre Bordieu.
La violencia no-volitiva es aquella que no deseamos como tal. Gases lacrimógenos, toletes, escudos, armas, son mas bien herramientas de combate y guerra que financia la clase al poder. No nacen de nuestra voluntad (como el hecho de que la gleba y los esclavos se unieran a los ejércitos dorios y atenienes por llenar su estómago ante la miseria de la esclavitud).
Nuestro nuevo siglo se caracteriza por la disminución de los movimientos armados y el aumento de la vulnerabilidad en las protestas sociales. Tan sólo en dos años ya tuvimos varias masacres en México; Ayotzinapa, Tanhuato, Nochixtlán, etc. Por tanto, la decisión de emplear en algún momento la autodefensa (que no deja de ser un acto violento) no es algo que nos pertenezca logísticamente, sino un último ejercicio de desesperación. “Somos lo que han hecho de nosotros”. Hará falta ahondar en este término desde una lógica más colectiva. Tal vez.
Pones como propuesta palpable de estas ideas a los esfuerzos de autodefensa de la comunidad Cheran K’eri y Aquila con la creación de la “ronda comunitaria”, debido a la falta de información sobre la situación que nos ha llegado al norte te pediría ilustraras este tema y las diferencias básicas entre la policía del Estado y la policía comunitaria.
Cherán Kèri es el único territorio que he pisado y en el que puedo decir: ¡SE PUEDE RESPIRAR LA LIBERTAD! En abril de 2011, este municipio ubicado en la meseta pur´hépecha logró expulsar a los grupos criminales, talamontes, policías y partidos políticos mediante una “insurrección pacífica” -aunque suene contradictorio- con una enorme movilización de los habitantes, sitiando el municipio con fogatas –que después serían los espacios de organización en las esquinas de cada calle de los 4 barrios-. En esos momentos de tensión, se decidió expropiar las armas y vehículos de la policía municipal. En la formulación formal del autogobierno comunal, se decidió que la “ronda comunitaria” (que ha sido una práctica ancestral desde antes de la Conquista) se encargaría de las labores de seguridad y “ordenamiento” territorial –entre comillas porque floreciendo la vida comunitaria mediante este nuevo modelo autonómico, el orden se da entre todos los habitantes-.
Tengo una anécdota muy ilustradora y pintoresca al respecto; en uno de los viajes que hicimos de investigación y documentación a Cherán, se “coló” una brigada de estudiantes de la UACM San Lorenzo Tezonco. Después de conocer a los integrantes del Consejo de Bienes Comunales y sus proyectos de reforestación y tecnologías de cultivo, los chavos se fueron a un bar por ahí cerca, uno de los pillos ya estaba algo pasado y miembros de la Ronda lo llevaron al camión diciéndole “ten más cuidado chavo”. Digamos que la nueva policía SÍ está cuidando en vez de castigar.
Esta nueva policía también funge como ‘guardabosques’ y con innovadoras tácticas de comunicación, se dedican a apagar los constantes incendios que se dan en lo alto de las montañas en las épocas de calor. Resguardan las dos entradas que hay en el municipio.
Finalmente, una de las lecciones que quedan claras tanto de tu texto como de La Cárcel y su Mundo: Reflexiones para una sociedad sin jaulas de Massimo Passamani incluido en esta edición, es que tanto la cárcel como la policía son necesarios para el desarrollo del capitalismo, por lo que la propuesta radical no es abolirla en esta sociedad, sino destruir todas las condiciones sociales que las hacen necesarias. Pero visualizando las necesidades puntuales de lxs presxs, la criminalización y exterminio que sufren los sectores más oprimidos de la sociedad, así como la juventud en general, sumándole la falta de organización y los constantes problemas de la realidad urbana. ¿Cómo contribuir a la lucha contra la policía y la cárcel hoy en día?
Vuelvo a la historiografía. Las prisiones y los parapetos policiales se crearon para defender la propiedad privada. Mientras menos contribuyamos a reproducir las lógicas de acumulación, expansión y monopolización de los capitales globales, menos paternalismo tendremos de las instituciones que conforman al capitalismo. Tampoco llamo –de forma ilusoria- a la salida del capitalismo, eso es ridículo en totalidad, y algo que muchas agrupaciones no han entendido y realizan como una forma de “atacar al capital”, que mas bien es una hiperautonomización de colaborar (o soñar con colaborar) entre personas de una misma ideología y no con los distintos sectores sociales en los que nos ha dividido la hidra capitalista. Entendamos también que las grandes prisiones y la población se concentran más en las urbes, porque lo que la agitación social en estas ha de intensificarse con proyectos de autonomía. Antonis Drakonakis, un militante anarquista griego hace una crítica muy áspera en su texto “Organización versus grupo de afinidad: el proceso de hiperautonomización y las debilidades estructurales de un colectivo anarquista” sobre este conflicto de metodologías de acción.
Muchos grupos contraculturales le tiran más a la onda rural, los comunistas y activistas estudiantiles le tiran mas al clasiquísimo proyecto de la onda obrera y la organización barrial; nosotros proponemos un unitarismo entre ambas posturas (y un buen que hacen falta: el comercio popular, la lucha por la vivienda, el respeto a las disidencias sexuales, el ecologismo, los inmigrantes, etc.) ¿imaginas si cada escenario social, desde sus subjetividades, lograra una conciencia anti-paternalista con respecto a la policía y las prisiones? Además de un movimiento anti-carcelario más potente y solidario, existirían nuevas formas de vinculación y organización revolucionaria para acercarnos a la autonomización del territorio, que es la forma, hasta ahora, más realista de disminuir los ‘crímenes’, ‘delitos’ y los conflictos antagónicos entre clases.
No, no llamamos a reformar desde la falsa salida de la autonomía. Sí, llamamos a la abolición de la sociedad de clases y todas sus prisiones dando el primer paso, que es reconociéndonos como una clase autónoma, independiente y capaz de revolucionar las jerarquías imperantes; pero ésta no llegará por una distópica insurrección o una revolución popular, como piensan las agrupaciones de “rojos y negros”.
¿Algún ejemplo? En un viaje coordinado a Colombia con la agrupación Rebeldía Contrainformativa, conocimos los cabildos indígenas del Cauca en los que, al igual que muchos pueblos de Latinoamérica, gestionan su justicia a través de asambleas y gobernanzas comunitarias. En este caso, las cárceles son mas bien ‘acompañamientos jurídicos’ que integran tratos humanitarios y escuelas de armonización, como si habláramos de una escuela de relaciones humanas, para evitar actos que incomoden a las tres líneas espirituales de estos pueblos indígenas: 1) yo, 2) la familia y 3) la comunidad.
¿Y en la ciudad? Es nuestra tarea revelarlo. Tenemos varias praxis para proponer, pero no queremos mostrarlas hasta que la ciudad sea un escenario en disputa entre la autonomía y la extrema alienación política que ha albergado desde su creación.
Hace poco sufrió agresiones una corredora en el Bosque de Tlalpan y la primera respuesta del gobierno federal fue “más policías y cámaras”. Los habitantes publicaron en sus Facebooks que la respuesta no es más vigilancia, sino más convivencia.
Contra su vigilancia generalizada, nuestro comunitarismo organizado.
*Para una versión actualizada del texto La inutilidad de la policía, les invitamos a revisar la siguiente liga: http://rupturacolectiva.com/la-inutilidad-de-la-policia
Publicado el 19 de Octubre en Nuestra Voz (SIerra Ventana, Nuevo León):
1,561 total views, 4 views today