Autodefensa para la seguridad (en el barrio, la universidad, el campo, la ciudad, etc.)

AUTODEFENSA Y AUTOGESTIÓN PARA LA SEGURIDAD:

UNA PERSPECTIVA ACERCA DE LA MARCHA EN CIUDAD UNIVERSITARIA Y LAS ACCIONES A TOMAR

Héctor Chiñas

Es más que evidente que la situación de inseguridad en Ciudad Universitaria ha alcanzado un nivel muy alarmante, y que pone en juego la integridad de los que pertenecemos y perteneceremos a esta comunidad. Por ello, es que este 12 de mayo se organizó una marcha interna para exigir a las autoridades, gubernamentales y universitarias, mayor seguridad, a la cual tuve la oportunidad de asistir para mostrar mi apoyo. Dicha marcha fue organizada por algunos estudiantes de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, cuyos perfiles de Facebook aparecen en el evento realizado en dicha red social para convocarla. La propuesta inherente a la marcha fue la elaboración de un pliego petitorio para los fines ya mencionados. Sin embargo, desde mi perspectiva, esta acción cojeó en muchos sentidos. Dedicaré este artículo a explicarlos.

Primero que nada es necesario entender el origen de la crisis que hoy aqueja a CU. Ciudad Universitaria, y la misma UNAM, reflejan la dinámica social del resto del país, y vemos, por tanto, que en CU se está reflejando de forma contundente la crisis en seguridad que padece México desde el 2007 con el inicio de la llamada “guerra contra el narcotráfico” en el sexenio de Felipe Calderón. El proceso de degradación del tejido social no ha sido inmediato, por supuesto, sino que ha sido paulatino. En este proceso, la Ciudad de México era considerada, en su generalidad, como un oasis de seguridad, pero bajo la gestión de Miguel Ángel Mancera, esto se ha venido para abajo. Aun más, dentro de la misma Ciudad de México, y en plena crisis capitalina, algunos lugares concretos, entre ellos Ciudad Universitaria, fueron prácticamente santuarios en esta materia. Pero desde algunos años han ocurrido acontecimientos que nos revelan que esto se ha acabado también: el hallazgo del cuerpo de un ex alumno en la Facultad de Ciencias en 2015, el de un trabajador en la Facultad de Química en 2016, y se ha encrudecido con los crímenes relacionados a Lesby, hallada sin vida en el Instituto de Ingeniería, y el del cadáver arrojado en la zona de La Cantera, al poniente de Ciudad Universitaria, ambos en este 2017. Como vemos, lo que está ocurriendo en una de las principales capitales de la cultura en México nos dice que ya no hay ningún lugar seguro en el país.

Es más que claro que las autoridades tienen que ver. Por un lado, la ineptitud de las instituciones de seguridad del gobierno, en todos los niveles involucrados, para afrontar a la delincuencia. Soñar con que algún buen día su angelito predominará y al fin lo harán es ingenuo, pues el gobierno, enraizado en el autoritarismo y la corrupción, no va a afrontar esto, no quiere afrontarlo. Respecto a la universidad, el gobierno, reflejando la dinámica nacional, está nadando en un Océano Pacífico de la burocracia y la corrupción. Rectoría y las demás entidades del gobierno de la UNAM se mueven por intereses de poder y económicos, y, por ello, también se hallan incapacitados para afrontar cualquier cosa sin tener que recurrir a más cuerpos de vigilancia o a sus mágicas y novedosas apps.

La situación actual nos indica, entonces, que la responsabilidad caer en la propia comunidad académica. Se piensa mucho que el pueblo de México tiene muchas cosas que aprender a la comunidad universitaria, pero la realidad es que, en muchas cosas, es la comunidad universitaria la que debe aprender del pueblo trabajador. En muchos lugares del país se han organizado policías comunitarias y autodefensas para afrontar, con su propia mano, a la delincuencia, lo mismo en lugares del país como Michoacán o Guerrero, como en algunos barrios de la capital, donde los vecinos se han organizado, en un orgánico y sincero acto de solidaridad horizontal, para combatir a los delincuentes y cuidarse los unos a los otros. Con estos antecedentes, nos queda claro que es hora de que la comunidad de Ciudad Universitaria debe afrontar el problema de seguridad por sí misma, organizándose, si así se quiere, en una autodefensa.

Pero para organizarnos en una autodefensa, es preciso construir unas bases que son necesarias. Estas bases tienen que ver con la reconstrucción del tejido social. Actualmente, gran parte de la comunidad estudiantil y académica está enajenada: “sólo vengo a estudiar, no a hacer chairadas”, “las marchas van afuera, aquí se estudia”, es lo que dicen muchos ingenuamente sin considerar que ya el propio acto de acceder a la cultura, de pertenecer a una comunidad universitaria, conlleva un indeleble compromiso social, dentro y fuera de las aulas. Asimismo, por esta situación, ya no se mira al otro, ya no hay conexiones sociales firmes entre los estudiantes. Ya lo ven, cuando ocurrió lo de Lesby QEPD la gente se organizó para denunciar las transgresoras y profanas pintas en las letras de metal #HechoEnCU, y no así con el propio asesinato; lo mismo ocurre cada semestre con la llamada Megapeda. Se observa con claridad que para avanzar en un proyecto de autodefensa universitaria se debe comenzar reconstruyendo el tejido social dentro de la comunidad, restaurar los lazos horizontales de confianza y apoyo mutuo, premisa que también ha sido necesaria en los lugares en los que hoy se cuenta con policías comunitarias y autodefensas populares y vecinales.

Al asumir los compromisos, y una vez dada la organización de una autodefensa universitaria firme y sólida, podemos hacer frente a la delincuencia que hoy está sangrando a CU, pero también será una unidad con la cual poder afrontar demandas de la comunidad, presentes y futuras. Sin duda, la premisa de una real organización autogestiva de los académicos y los estudiantes de la UNAM, cosa que temen las autoridades que viven en ese hipócrita edificio rojo con amarillo llamado Rectoría, así como los que viven en las distintas y múltiples sedes del sanguinario Estado mexicano.

Autoridades que ven afectados sus intereses, y echan mano de una de sus mejores cartas: el crimen y la impunidad. El filósofo francés Michel Foucault explica en Las Redes del Poder que «cuantos más delincuentes existan más crímenes existirán, cuantos más crímenes haya más miedo tendrá la población y cuanto más miedo haya en la población más aceptable y deseable se vuelve el sistema de control policial», pero podemos extender un poco más las observaciones, con la propia experiencia de México y su “guerra contra el narco”: al aumentar el terror de la mano con la delincuencia, se disuelven los lazos sociales más profundos, ya no se confía más en el otro, y esto imposibilita la creación de cualquier unidad popular, y más si es, por supuesto, de lucha. Y aquí es donde vemos que la ineptitud de las autoridades contra el crimen no lo es tanto: están conscientes de que les es útil, de que dejar a los delincuentes (que son, a pesar de todo, producto de un sistema que niega cualquier oportunidad de vida dentro de la vía “legal” a muchos) proliferar, y que esta proliferación infunda el miedo, y rompa las uniones horizontales, garantiza su hegemonía y control, y esto incluye a las autoridades universitarias, que también tienen intereses en juego. Y esta es la razón fundamental de por qué es ingenuo demandarles más seguridad, y de por qué debemos asumir la misión, el deber de defendernos por nuestra propia cuenta.

Estas son mis observaciones en lo que concierne a la situación en Ciudad Universitaria. Respecto a la marcha, hubo muchos errores, algunos de ellos riesgosos, diría yo. Los que organizaron la macha tenían, desde el comienzo, una marcada posición institucionalista y moderada, la cual se notó en el transcurso: al comparar las consignas, vemos que las que evocó el núcleo organizador referían sólo a “seguridad en la UNAM”, “la UNAM esto” o “la UNAM lo otro”, a diferencia de las del resto del contingente, que fueron más abiertamente subversivas. Además, al concluir la marcha, no se abrió ningún espacio de diálogo y oratoria para verter propuestas, y todo se limitó a entregar demandas al organizador, quien, por cierto, no me atendió cuando intentaba proponer la apertura de tal espacio, y la eventual formulación de la petición a las autoridades, lo cual me hace temer algunas cosas:

1. Si no hay una abierta participación de los que nos hemos involucrado para apoyar, existe el riesgo de elitización del movimiento, al quedar el control en manos de los organizadores;

2. Una negativa a las propuestas cierra los espacio de participación dentro de la coyuntura, y esto, eventualmente, la desgastará;

3. Al no haber más propuestas, el movimiento se restringe a una naturaleza institucional, moderada, reformista, que fracasará al poco tiempo. Un #YoSoy132, #HechoEnCU (aprovechando nuevamente el tópico de las sagradas e intocables letras de metal).

Estas son las observaciones por las cuales considero que es preciso no quedarnos como actores pasivos ante esta situación que, sin duda, incumbe a todos nosotros, a ejercer presión y resistencia, a los organizadores y a las autoridades, para lograr nuestros cometidos, a corto y largo plazo, creando unidad, solidaridad horizontal y conciencia, siguiendo los pasos de nuestros hermanos en el resto del país.

Mayo del 2017

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