Wendy Marzu
Las zonas erógenas son como el diablo, todo el mundo habla de él, todos saben que existe, pero nadie lo ha visto y es seguro que nadie sepa cómo es en realidad. Y precisamente eso mismo ocurre con las “zonas deliciosas” y les llamo así porque es delicioso descubrirlas, conocerlas, manipularlas y sobre todo disfrutarlas en plenitud. Pero esto no sería tan malo si la mayoría de las personas no desconociera sus zonas erógenas y, como consecuencia, subestimara su propio cuerpo y su potencial sexual, que es inmenso y relativamente fácil de descubrir, todo está en querer hacerlo.
Pongamos, por ejemplo: Si usted se desnuda completamente y se mira al espejo, verá, sin mayor esfuerzo, las partes de su cuerpo que pueden ser excitadas por el tacto. Esas son las zonas erógenas primarias y naturales. La reacción e intensidad de las mismas depende no sólo de aquello que se disfruta instintivamente, sino de la forma como se toca y la persona que lo hace, ya que el tacto es una forma de comunicación corporal, tan importante como la verbal en la relación carnal. Y esta comunicación se da desde el momento mismo en que nacemos ya que el bebé es capaz de identificar plenamente a su madre a los diez minutos de contacto con ella, no solo por el olor especial de su piel sino por el sabor de esta y la textura que tenga.
Cada toque y cada caricia, representan infinidad de sentimientos imposibles de expresar claramente con palabras. De ahí la importancia de conocer las zonas erógenas de la pareja y las de uno mismo, no sólo para tener mejores relaciones íntimas, sino para lograr mejor comunicación entre los cuerpos.
Cuando se habla de las zonas erógenas, inmediatamente pensamos en los órganos genitales y los senos. Son las más conocidas, pero no las únicas y precisamente por ser las más populares son las más atacadas y tocadas, de tal manera que estás zonas se vuelven monótonas y rutinarias, a tal grado que cuando tocamos a nuestra pareja en los lugares de sobra conocidos, está ya sabe lo que sigue a continuación. Eso es lo que rompe el encanto y lo extraordinario del acto sexual.
Es claro que todas las personas tienen diferentes necesidades y gustos sexuales y, en general, la mujer responde con más lentitud al estímulo, cualquiera que este sea, oral, visual o de tacto, por lo que tarda más en excitarse y estar lista para la consumación de la excitación, o sea, la cópula. El hombre llega al orgasmo o la eyaculación, con más rapidez que la mujer sin necesidad de alguna estimulación especial, lo que pone de manifiesto la importancia del conocimiento y estimulación de las zonas erógenas, sobre todo para tratar a las mujeres.
Tocarse y acariciarse con las manos o la boca, el uno al otro durante el escarceo previo al coito, hace éste más pleno y satisfactorio, pues iguala la excitación de la mujer y la del hombre, haciendo más probable el orgasmo simultáneo buscado por todas las parejas —y difícil de lograr—, pues intensifica el placer, prolonga la excitación y permite realizar una inmensa gama de variedades sexuales.
Es lógico, por ello, que las parejas que conocen sus cuerpos mantengan viva la comunicación corporal y la alimenten con gusto y placer, ya que la ausencia de esta comunicación, conduce al aburrimiento y la monotonía que, muchas veces, acaban con la relación sin que pueda hacerse nada para evitarlo.
Es necesario usar la imaginación para descubrir nuevas formas de excitación, sobre todo en parejas establecidas, que ya tienen varios años de amarse y que por lo mismo se conocen “muy bien”, no crean que han descubierto todo lo que se puede descubrir, si buscan encontraran, eso se los puedo asegurar.
Recuerde que la mayor zona erógena del cuerpo humano es la piel y esta responde con sorprendente facilidad, siempre y cuando sea estimulada correctamente. La mayoría de las personas desconocen su importancia, pese a que involucra el tacto, la temperatura, el color, el aroma y el sabor.
En general, se experimenta rechazo ante un cuerpo sucio, maloliente. Los olores naturales del cuerpo pueden ser estimulantes para algunos y deprimentes para otros, por eso lo más aconsejable es mantener la más elemental de las limpiezas, tal vez a nosotros nos guste el olor de nuestro cuerpo o de nuestros fluidos, (el sudor, el semen, el líquido vaginal) pero eso es debido a que hemos vivido con ellos desde que nacimos y por lo mismo estamos acostumbrados a ellos, pero la gente que nos rodea no.
Una de las preguntas más frecuentes que se hacen las personas interesadas en mejorar sus relaciones íntimas es la de: ¿Cómo descubrir las zonas erógenas de nuestra pareja? Y la respuesta es muy simple, para esto, interviene la comunicación verbal. Hable con su pareja para saber lo que le gusta y lo que le desagrada. Tal vez usted piense que la loción o perfume que usa excita a su pareja, pero a la otra persona lo que le excita es su olor natural.
Contrariamente a lo que la mayoría de los amantes suponen, no son los labios la primera zona que puede o con la que se puede estimular.
Las manos representan el primer punto de enfoque, pues son sensibles y sensuales. Haga que sus dedos recorran suavemente las palmas de las manos de su pareja, de arriba abajo, una y otra vez. Hágalo en cualquier momento, en cualquier lugar y observe la respuesta. Se sorprenderá ante el grado de excitación a que la condujo.
Un método casi infalible de excitar a una mujer, consiste en presionar con los nudillos las plantas de los pies de ella. El roce con las yemas de los dedos puede excitar a algunas personas, pero a otras les produce cosquillas.
Estimular con la lengua los dedos de los pies y el contorno de los mismos, resulta tan excitante, que puede provocar el orgasmo sin necesidad de tocar los genitales. Acaricie con la punta entre los dedos, chupe el gordo y propine ligeros mordiscos a los otros pasee su lengua por el empeine y el talón, sienta y deje que su pareja disfrute de está exclusiva caricia. Cuando estén en lugar público donde resulte imposible acariciarse, roce con sus pies los de ella, en especial sus tobillos y la respuesta que obtendrá lo dejará boquiabierto.
Si están desnudos en la intimidad, pase las puntas de los dedos por la parte interior de los tobillos, subiendo, al principio lenta y suavemente, aumentando la presión conforme se acerca a la entrepierna.
El interior de los muslos es muy sensible y conduce a una rápida y elevada excitación si se le frota y mordisquea. También bese y muerda las corvas, o sea, la parte posterior de las rodillas.
Contrario a lo que se piensa, los glúteos son menos sensibles que las zonas hasta ahora mencionadas y requieren de una estimulación más vigorosa, sobre todo durante la cópula: cuando estén «enchufados», sostenga las nalgas de ella, sobe y frote los cachetes, apriételos y trate de unir el uno contra el otro y acelerará el orgasmo de ella.
El ano es otra zona erógena muy sensible. Estimulado durante el coito, ayuda a aumentar la intensidad del orgasmo y provoca una sensación diferente de acercamiento entre ambos, este puede ser estimulado de manera manual durante el coito, utilizando la yema de los dedos, o en el cachondeo con la punta de la lengua y el mentón.
Entre el escroto —bolsa de los testículos— y el ano del hombre, se localiza el perinéo, una zona de enorme valor erótico que provoca el éxtasis si es frotado durante la cópula, acción que además aumenta la excitación en la mujer, por su cercanía con el pene. Este estímulo, por otra parte, tiene valor terapéutico, pues ayuda al hombre que tiene dificultad para lograr la erección o para excitarse si desea echar un segundo, tercero o cuarto «palo».
La parte posterior del cuello y los hombros son las zonas del cuerpo donde más se manifiesta el agotamiento que provocan el estrés, el trabajo y las presiones. El síntoma es la contracción de Los músculos. Proporcionar un masaje suave ahí, produce un relajamiento que se puede convertir en excitación si después del masaje, se frota el cuello con las yemas de los dedos, recorriendo con la lengua desde la parte superior de la columna vertebral hasta la base de las orejas. A la mayoría de las personas les produce placer el mordisqueo en los lóbulos.
Las zonas erógenas de cada persona son diferentes a las de los demás, por lo que no hay fórmulas mágicas que garanticen la excitación, pero si ambos se preocupan por averiguar que es lo que da más placer al otro, habrán dado un gran paso hacia una relación sexual completa.
Una regla fundamental: no se debe forzar a la otra persona a hacer o dejarse hacer algo que no le agrade o le provoque molestias, como las caricias en los pies, hay mujeres y hombres que sienten tantas cosquillas que esto los lleva a la desesperación y en lugar de provocarles excitación, los enfría.
O como los que se apenan de que les acaricien tal o cual parte de su cuerpo, ya sea porque sienten que no es agradable para su pareja o simplemente porque tienen algún defecto físico o por la rigidez moral con que fueron educados, lo importante es conocer los gustos y preferencias de nuestra pareja para poder enfocar nuestro esfuerzo en esos puntos, ahora que si la pareja se muestra dispuesta y con la curiosidad plena para que juntos encuentren el camino a la felicidad, pues adelante, a buscarlo.
Tal vez ambos estén dispuestos y listos para lanzarse al ruedo, pero algo los detiene y sin duda alguna es el temor a que lo que hagamos no le guste a nuestra pareja, pero esto se puede saber preguntando, dialogando, mostrándose dispuesto a realizar por su pareja lo que quiere que ella realice por usted e induciéndola suavemente a que corresponda.
Dicen que preguntando se llega a Roma… Usted no tenga miedo de preguntar, interrogue a su pareja y conozca sus preferencias, hágale sugerencias y experimenten mutuamente caricias diferentes a las que están acostumbrados, ya vera que al final obtendrán el placer que desean y que apenas conocen pero que tienen el pleno derecho de disfrutar plena y totalmente como tantas parejas ya lo hacen en el mundo entero así que libere sus temores y sus dudas, avance y muchas noches de felicidad.
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